miércoles, 21 de octubre de 2009

Llegada a Auckland.

Después de Los Angeles se da un cambio importante pero en realidad poco significativo.
Mi buen inglés es substituido por un tío americano, de unos cuarenta y bastante atractivo. Me recordaba a Bruce Willis en la peli "La jungla de cristal". Sí, gran película.
Aunque un cambio así podría ser importante no lo fue tanto porque no intercambié una sola palabra con el tipo.
Mi querido neozelandés seguía bebiendo cervezas mientras yo intentaba ver la película Alien. Sí, grandísima película; mucho mejor que todas las mierdas recientes sobre temas parecidos.
Quedaba menos de una hora para aterrizar en Auckland y yo ya no sabía ni dónde meterme ni qué más hacer. A mi derecha, Bruce Willis se descojonaba con la serie "The Big Bang theory", y a mi izquierda, el neozelandés miraba fijamente el canal de informaciones técnicas del vuelo mientras se bebía otra cerveza.
Finalmente llegamos a Auckland.
Me despido de Bruce Willis con una cordial sonrisa que el responde con la propia en el mismo avión.
Me despido del neozelandés estrechando la mano antes de llegar al primer control de aduanas.
Paso antes por el lavabo y allí me lavo los dientes y me siento un poco más persona.
Llego al control de aduanas y allí debes declarar un montón de cosas.
Las leyes en Nueva Zelanda son muy estrictas.
No puedes introducir ni plantas ni animales en el país y hay una larga retaíla de restricciones sobre alimentos que no puedes pasar por la frontera bajo penas severas de multas si infringes las normas.
Debes declarar si llevas o no material deportivo o calzado de montaña ya que el no hacerlo y ser descubierto también comporta multas, sobretodo, si tu calzado está muy sucio.
Tuve que declarar y enseñar mis bambas y mis botas de montaña pero, por suerte, estaban limpias y no me confiscaron nada.
La sorpresa final llega cuando me someten las maletas a los rayos X y me preguntan por una pelota de juego que me he traído. La pelota es de tela y está rellena de bolitas de plástico.
Uno de los controladores me dice que se la muestre y me pregunta por su contenido. Yo le digo que son "bolitas de plástico". El tío, cuchillo en mano, consigue sacar una de las bolitas del interior e intenta partirla en dos sin éxito. Supongo que quería comprobar si era una lenteja o algo similar. Algún tipo de planta foranea que vaya a destruir su ecosistema, vamos.
Al final no pierdo la pelota y consigo, por fin, llegar a Auckland.
El cielo es de un azul luminoso. Desde el autobús diviso los primeros prados y las primeras ovejas. Hay una combinación increible de árboles exóticos y coníferas de más de treinta metros. Los coches circulan por la izquierda. Hablo con Marc por teléfono. Me siento muy feliz. Miro por la ventana y veo los primeros gorriones comunes de este precioso y lejano país. Me encantan.



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