viernes, 9 de octubre de 2009

El show de la pantera rosa.


Mi regalo de cumpleaños para Marc fueron unos patines en línea. Hasta aquí todo bien.
El primer día de estreno fue una tarde de la semana pasada en la que quedamos con Ilde para que nos diera las primeras lecciones.
Ilde ya sabe patinar pero algunos de sus consejos nos acojonaron un poquito porque, según su experiencia, lo más importante es aprender a frenar sin los frenos traseros y saber caer. En ese orden, claro está.
Todo ésto se lo habían enseñado sus amigos finlandeses por lo que Ilde ya no lleva los frenos traseros de goma y sabe caer al suelo como los gatos pardos lo hacen sobre los ratones. Por si alguién aún no lo tiene claro, sus amigos finlandeses son todos unos camicaces. Y punto.
Nosotros, Marc y servidora, hicimos eso que tantas vidas salva en esos momentos y que no es otra cosa que hacerse los longuis con los consejos del amigo. Que no estábamos para prescindir de los frenos y mucho menos para partinos la crisma contra el suelo. Con buena técnica, claro.
Marc, que es muy habilidoso, lo hizo muy bien y no se dejó ningún hueso en el intento. Servidora recibió sus patines como uno de esos regalos en los que no sabes si sonreir o echar a correr por lo que en cinco años no los había usado más que una docena de veces. Conclusión: no sé patinar.
Fuimos a patinar al paseo del lago y allí nos encontramos al bueno de Marco (aquel espía italiano de Roma).
Marco, quizá con más sentido común, no patina ni tiene intención de hacerlo porque le parece demasiado tortuoso aprender a estrellarse contra el suelo con buena técnica.
Marc y servidora esperamos lograrlo sin pasar por esas lecciones.
¿Y todo este rollo para qué os lo cuento?
Amigos, lo importante no es que Ilde se prestara a darnos nuestra primera lección. No.
Lo importante es el pasaje que ahora narraré.
Nuestras sesiones de patinaje sumaban la cantidad estratosférica de UNA y Marc, al estilo finlandés, decidió que en su segunda sesión (anteayer) ya podría salir de casa con los patines puestos. Como un profesional.
No conseguí disuadirle y el tío decide que llegar hasta el lago bajando por la inclinada Rue de Lyon será divertido y una buena manera de aprender. De aprender a hostiarse, pensé yo.
Con un sentido común que me honra, decido no sumarme a la locura y bajo pasito a pasito con los patines en la mano. Marc lo hace a mi lado con la técnica patinadora propia de quien se calza los patines por segunda vez. Pero persiste en su hazaña.
Ya en el primer semáforo, a 50 metros de casa, el sujeto tiene problemas para frenar a tiempo y no acabar atropellado y lo consigue echándose, casi literalmente, encima de una ciudadana china que inocentemente pasaba por allí. La china no dice nada aunque seguramente se acordaba de algún pariente de Marc.
Cuando llegamos a la altura del parque de la Rue de Lyon, Marc me recuerda a ese fantástico capítulo de la pantera rosa en la que una bruja le pone unos patines de los que no puede deshacerse. Para muestra:



Pues ahí iba Marc, haciendo eses mientras sus brazos dibujaban círculos repentinos en el aire. Como la pantera rosa. Igualito.
Yo me reía bajo una combinación de pensamientos entre "¡ay,qué risa!" y "¡joder que se mata!".
El momento climático llegó al final de la Rue de Servette donde se unen el tranvía, varios carriles de coches y uno de bici. La calle estaba bastante inclinada y Marc decidió soltarse de mi mano.
En una fracción de segundo sus eses se debaten entre hostiarse contra la tienda de discos o incorporarse a toda velocidad al carril bici. Sus brazos dibujan maravillosos círculos en el aire. A unos metros mi voz suena llamándole como si esa palabra fuera a detener el tiempo y evitar lo inevitable. Marc, cual pantera rosa, deja de agitar sus brazos, detiene sus eses y dibuja una figura parecida a la de la grulla durante el cortejo. Estira sus brazos cual torpes alas, separa sus piernas cual rana saltando a la charca y finalmente cae al suelo en una técnica que ningún finlandés daría por buena.
Creo que el próximo día bajaremos pasito a pasito pero está por ver. Os mantendré informados.

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