lunes, 18 de junio de 2012

La anécdota de la manicura.

4 de junio de 2012. Dos días antes de la boda.

Como una es así de jander, decido preparar unos puntos de libro personalizados a las gentes que vendrán a la boda. Todo hecho en casa y un poco precipitado pero como me gustan las manualidades pues ahí que paso un buen rato con el tema. Pues bien, justo enfrente de la copistería donde plastifiqué los puntos de libro descubrí un local exclusivamente dedicado al apasionante mundo de la manicura. Me paro, me miro las manos y cruzo la calle derecha al templo de las uñas. Cuando llego a la puerta del mismo, observo que el local es rosa, rosa, rosa. Lo juro. Empujo la puerta y ahí, de repente, se hace el silencio. El local huele a acetona. Huele a desinfección extrema. Hay tres mostradores. Los tres de color rosa.  En el mostrador del medio descubro a la manicurista. Una mujer thailandesa, divina, finísima. Lo más femenino del mundo. Enfrente de ella, su clienta. Una negraza de unos 25, divina también. La mujer me dice "Bonjour!" y yo en mi francés de atapuerca le digo que necesito una manicura porque mis manos son la "catastrophe". La manicurista thailandesa ya se ha fijado en ellas, claro. Y también se ha fijado en que voy con bambas, pantalones de montaña y Jone metida en su mochila. Deja un momento las manos de la negraza y saca de debajo del mostrador un libro enorme que bien podría pasar por una torah milenaria. Con suma finura lo abre y ahí descubro que no se trata de una torah sino de su agenda. Me dice que puede darme hora para la semana siguiente. Yo le digo que "aich...aich..." y en mi francés, sí, de atapuerca le digo que tengo una boda en dos días. La thailandesa me mira y con suma finura me hace un gesto que, pese a la finura, bien podría traducirse como: " A cascarla pues..." Yo le doy las gracias y desaparezco por la puerta. Abandono el ambiente acetonado preguntándome como he podido sobrevivir 34 años sin manicura y como es posible que media Ginebra se haga la manicura en ese local...

Caminando hacia casa me río pensando en la thailandesa y en el cortocircuito que seguramente tuvo al verme. Con la sonrisa y pese a sentirme un poco tonta del culo, decido que mis manos no serán de camionera el día de mi boda por muy sencilla y precipitada que ésta sea. Llego a casa, enciendo el ordenador y, como imaginaba, encuentro tutoriales increibles sobre manicura casera en youtube. Milagros, claro, no existen pero hay que ver lo que se puede aprender de la forma más tonta. ¡¡Chúpate esa, thailandesa!!

2 comentarios:

  1. Jaja hace poco confesé a las compañeras de trabajo que nunca me habia hecho la manicura y parecia que había dicho que nunca me duchaba! menudas caras de horror! hasta una me invitó a ir con ella! aisss creo que no encajamos en estos cánones de belleza...

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  2. Si es que en youtube se aprende de todo. Como se de cuenta Mariano, cierran los colegios y las universidades.

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