lunes, 25 de junio de 2012
domingo, 24 de junio de 2012
La pequeña Leticia y la superabuela helvética.
Uno de esos díás, en el pequeño parque que tenemos justo detrás de casa...
Jone parece algo inquieta. Sospechamos que no falta mucho para que empiece a andar. Llegamos a un pequeño trozo de césped y decido soltarla, rindiéndome finalmente a sus movimientos de contorsionista en su portabebé.
El lugar no me parece mal pese a que Jone persiste en visitar con frecuencia la papelera más cercana y comprobar una y otra vez el tacto de las zonas más roñosas. Es uno de esos misterios que no sé si llegaré a entender. En una de mis idas y venidas a la papelera, aparece una niña de un par de años acompañada de su abuela. La mujer habla español y, por esto de poder prescindir de mi francés de atapuerca, inicio con ella la típica conversación de parque y críos. Le pregunto por el nombre de la niña y descubro que se llama Leticia. Leticia es bastante rechoncha, de cejas pobladas y boquita pequeña. Se acerca a Jone por simple curiosidad y Jone parece no tener problemas con ello. Se miran. De repente, y sin saberse muy bien porqué, Leticia da un empujón a Jone. Yo no le doy mucha importancia y la abuela interviene rápidamente instando a la cría a ser un poco más cuidadosa. "Cuidado Leti, es un bebecito..." Leticia, así porque sí, se pone a berrear como si la mataran. Yo me quedo a cuadros. La abuela le dice que no está regañándola y que como es un bebé (Jone) hay que tratarlo "suavecito". Acto seguido Leticia se recompone y se acerca a Jone para darle un besito. Y se lo da en todos los morros. Yo me vuelvo a quedar a cuadros pero tampoco le doy más importancia. La pequeña Leticia ahora quiere quedarse con Jone pero yo decido poner algo de tierra de por medio con el elegante truco de ir a buscar no sé sabe qué a otro lugar del parque. Leticia se queda con su abuela y ambas desaparecen tras un arbusto.
Me vuelvo a estirar con Jone preguntándome, un poco absurda, si Leticia irá o no a la guardería y si habrá estado enferma recientemente. Dejo de pensar en ello y vuelvo a mirar el apasionante espectáculo que siempre brinda el parque.
Me distraigo mirando el balancín. Correteando llega hasta él un crío de unos cuatro años. Tras él, a unos metros, llega una mujer de unos setenta cargada con algunas bolsas de la compra y un fardo a modo de bolso. Sospecho que es la abuela. El crío ya se ha sentado en uno de los extremos del balancín. Por sus gestos y sus gritos, pide a la mujer un viaje en el cacharro. La abuela no parece muy convencida. El crío persiste y sus gestos se convierten en una súplica. Yo sigo la escena notando que una sonrisa en mis labios empieza a dibujarse. Escudriño cada gesto de la mujer y el crío. Rezo por ver a la mujer en el otro extremo del balancín. El crío sigue con sus súplicas y yo con mis ojos puestos en la escena cuando la mujer, por fin, accede a dar un viaje a su nieto. El momento es maravillosamente lento. La mujer deja los bártulos en el suelo, dobla el espinazo y, con una energía sorprendente, acciona con los brazos el balancín desde el extremo haciendo que su nieto se despegue del mismo un buen palmo en cada subida. El crío está eufórico y quiere más, claro. Yo me doy cuenta de que mi sonrisa es enorme. La abuela no se ha montado en el balancín pero la estampa ha valido la pena. La mujer recupera entonces sus bártulos y se aleja del artilugio. El crío se resiste a ello y reanuda sus súplicas. Todo en vano, pues su abuela ya se ha alejado unos cuantos metros. Sigue suplicando. La abuela se detiene, mira de nuevo a su nieto y prosigue su marcha. El crío, viéndose demasiado lejos ya de su protectora, abandona el balancín y con corretear centelleante se une a su abuela hasta desaparecer con ella, también, tras otro arbusto. Con Jone enfrascada entonces en un trozo de hoja seca me siento la única espectadora de algo simplemente maravilloso.
lunes, 18 de junio de 2012
La anécdota de la manicura.
4 de junio de 2012. Dos días antes de la boda.
Como una es así de jander, decido preparar unos puntos de libro personalizados a las gentes que vendrán a la boda. Todo hecho en casa y un poco precipitado pero como me gustan las manualidades pues ahí que paso un buen rato con el tema. Pues bien, justo enfrente de la copistería donde plastifiqué los puntos de libro descubrí un local exclusivamente dedicado al apasionante mundo de la manicura. Me paro, me miro las manos y cruzo la calle derecha al templo de las uñas. Cuando llego a la puerta del mismo, observo que el local es rosa, rosa, rosa. Lo juro. Empujo la puerta y ahí, de repente, se hace el silencio. El local huele a acetona. Huele a desinfección extrema. Hay tres mostradores. Los tres de color rosa. En el mostrador del medio descubro a la manicurista. Una mujer thailandesa, divina, finísima. Lo más femenino del mundo. Enfrente de ella, su clienta. Una negraza de unos 25, divina también. La mujer me dice "Bonjour!" y yo en mi francés de atapuerca le digo que necesito una manicura porque mis manos son la "catastrophe". La manicurista thailandesa ya se ha fijado en ellas, claro. Y también se ha fijado en que voy con bambas, pantalones de montaña y Jone metida en su mochila. Deja un momento las manos de la negraza y saca de debajo del mostrador un libro enorme que bien podría pasar por una torah milenaria. Con suma finura lo abre y ahí descubro que no se trata de una torah sino de su agenda. Me dice que puede darme hora para la semana siguiente. Yo le digo que "aich...aich..." y en mi francés, sí, de atapuerca le digo que tengo una boda en dos días. La thailandesa me mira y con suma finura me hace un gesto que, pese a la finura, bien podría traducirse como: " A cascarla pues..." Yo le doy las gracias y desaparezco por la puerta. Abandono el ambiente acetonado preguntándome como he podido sobrevivir 34 años sin manicura y como es posible que media Ginebra se haga la manicura en ese local...
Caminando hacia casa me río pensando en la thailandesa y en el cortocircuito que seguramente tuvo al verme. Con la sonrisa y pese a sentirme un poco tonta del culo, decido que mis manos no serán de camionera el día de mi boda por muy sencilla y precipitada que ésta sea. Llego a casa, enciendo el ordenador y, como imaginaba, encuentro tutoriales increibles sobre manicura casera en youtube. Milagros, claro, no existen pero hay que ver lo que se puede aprender de la forma más tonta. ¡¡Chúpate esa, thailandesa!!
domingo, 17 de junio de 2012
Objetivo 2: Que la novia vaya divina.
¡Nos ha jodio! (¡ay, qué ordinaria!) Pero el tema de la novia y del gran día tiene cojones (que diría mi padre). Sólo hace falta navegar un poco por la red para ver hasta qué punto este tema es escalofriante. Que si dietas de la leche (y de la alcachofa) para entrar en el traje. Que si megaortotratemientos para eliminar impurezas, radicales libre y aguanapeichs del rostro. Que si súpertratamientos para la piel y supuestamente rejuvenecer por lo menos un par de meses en ese, tu gran día. ¡Que si moda novias! Osea moda especificamente para novias. Que si ramos especial novia 2012...Una auténtica lo-cu-ra, vamos.
Cualquiera que me conozca sabrá que mi fondo de armario es exactamente del mismo color que el de Marc. Osea naranja y marrón. Eso es, por otro lado, un desastre pero uno de esos desastres que forman parte de mi persona y no sé si a estas alturas se puede cambiar...
En cualquier caso, te dan día para tu boda y, claro, no vas a ir con pantuflas y tejanos. Necesitas también un argo que ponerte. ¡Y lo necesitas rápido! ¿Y si además de ser la novia eres madre de un bebé de menos de un año? Pues necesitas ayuda. Un ser humano que se encargue de tu
hija mientras te pruebas ropa y que te de su opinión cada vez que te disfraces. Pero a lo que íbamos...Si eres mujer y estás de buen ver (y si no, mala suerte) te vas a un centro comercial y...¡Noooooo! ¡Eso no funciona! Eso no funciona aquí, en Ginebra. ¡¡La ropa de sección de mujeres de Manor es una horterada monumental!! ¡¡Maldición!! Tuve que recorrer muchas tiendas en Ginebra y todo en un sólo día y con horarios suizos. Menos mal que Vanessa estuvo allí para ayudarme con Jone y para evitar que fuera a la boda como Doña Croqueta. En la última tienda que visitamos, ya al final del día, encontré el vestido. Los zapatos los compré al día siguiente, sin la buena de Vanessa y en un tiempo record de diez minutos.
Sobre el tratamiento de belleza poca cosa que aportar. Ni megaortopilin esfoliante ni spa rejuvenecedor. Esfoliación casera, low cost y low time. Mención aparte merece el tema apasionante de...¡la manicura! Sí amigos, sí. Aquí servidora recapacitó sobre el panorama de firmar unos papeles oficiales ante tantas gentes y hacerlo con unas manos de camionero de no te menees. El problema, claro está, es que recapacitó tarde sobre ello. Tan tarde como sólo dos días antes del evento. Pero la anécdota manicura merece, por surrealista, espacio propio. ¡Ahí que vamos con ella!
Objetivo 1: Que el novio vaya bien guapo.
¡Hombre, pues claro! El novio siempre tiene que ir bien guapo a la boda. En nuestro caso eso era, por supuesto, inevitable ya que Marc está de muy ver y seguro que estaría igualmente estupendo vestido de mapache o de escocés con gaita.
Cualquiera que conozca a Marc sabrá que no es un tipo que disfrute mucho entre probadores y escogiendo ropa que ponerse. Él no es de esos hombres (¡que los hay!) que saben que existen diferentes tonos de rosa. Ni lo sabe ni le importa un pito, vamos, y está muy a gusto con sus camisetas raidas y sus pantalones a mediocaer. ¡¡Faltaría más!!
Pero claro. Te dan fecha para casarte y hasta un hombre como Marc se cuestiona si ir con una camiseta raida es adecuado. Mira en su fondo de armario y ahí sólo descubre que el color del papel que lo recubre es naranja y marrón. Necesita argo que ponerse. Y lo necesita pronto.
¡Solución si no tienes un año para decidir tu atuendo! Si eres hombre y tienes buena percha (y si no, pues mala suerte) te vas a un centro comercial y te ahogas por unas horas en la sección de caballeros. Y punto. Nosotros nos fuimos a Manor y allí Marc, a lo Julia Roberts en Pretty Woman, se compró su disfraz de novio. Bueno, nosotros tardamos un poco más porque Jone da bastante más la brasa que Richard Gere pero de ahí salimos con Marc equipado. Y no fue fácil ¿eh? Juro por Diós que no lo fue. ¿Conocéis a alguien que cuando se pruebe un pantalón de vestir se ponga de cuclillas (a lo caganer) para ver si son o no apropiados? Marc siempre lo hace y me dice que es porque necesita saber si son 100% cómodos. El despelote llega cuando después de preguntarle si tiene pensado ir con esos pantalones tan finos a la montaña y de pasadas, y perdonad la ordinariez, ir tras un arbusto a cagar siempre me suelta un lacónico: "Mai se sap..."
En fin que aquel día fue un poco largo pero valió la pena. Después hasta nos fuimos al lago a ver a Vane y Carlos. Y después del después, en el bus de vuelta a casa, nos encontramos con esta estampa. Algo surrealista empezaba a cocerse.
Lo que decía...
Nuestra boda no podía tener aspiraciones nada pretenciosas y, dadas las circunstancias, sabíamos que no tendríamos muchos invitados. Con todo y con esas, el tema de preparar una boda tan sencilla como la nuestra también tuvo su pequeña miga. Dos semanas no es mucho tiempo para escoger restaurante o comprar argo que ponerte para el día en cuestión. A modo de recetario voy a relatar, punto por punto, como se sucedieron nuestros preparativos. Apúntenlos por si tienen previsto casarse o, mejor aún, por si no lo esperan para nada.
domingo, 10 de junio de 2012
¡Y llegó el gran día!
Marc y yo ya estamos casados y nuestra superultramegarápida boda resultó ser un día de lo más bonito.
Hemos pasado un par de semanas de auténtica locura micropreparatoria pero, después de todo, ha merecido la pena. El día fue muy agradable y la ceremonia resultó ser tiernamente deliciosa y sencilla. Todo en muy buena compañía y con esa sensación extraña de que todo encaja perfectamente a tu alrededor. Me gustaría poder explicar un poco mejor cómo fueron esos días previos y la boda en sí. Hay detalles que no quiero olvidar y que no tienen desperdicio.
Ahora que todo ha pasado espero ponerme al día y rememorar lo que ha
dado de sí el preparar una boda en un par de semanas. No es algo que
pase a menudo. De momento me quedaré con todo lo que dió de sí el día
del enlace. Con lo emocionante del momento y con todas las personas que
allí y en la ausencia nos desearon lo mejor. Un abrazo muy fuerte a
todas ellas.
¡¡Y que vivan los novios!!
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