Hoy se cumple una semana de mi regreso a Ginebra.
Mi bonita Suiza, como casi todo el resto de Europa, se encuentra cubierta de nieve y la culpa de este nuevo aspecto la tiene el temporal de frío que atravesó el continente hace, hoy también, una semana.
Saltándome el plan previsto, decidí terminar con Mis típicas Navidades y regresar unos días antes aprovechando que la llegada de dicho temporal a la Península no se había producido.
Antes de partir me fui bien prontito al SOCORRO que, para el que no lo sepa, es un puesto de recambio de ruedas de la ilustre Corbera de Llobregat (mi pueblo y lugar de residencia de mi familia). En el SOCORRO me cambiaron las dos ruedas delanteras y los limpiaparabrisas. Todo costó una mortaja pero no estabámos mi Skodi y yo para irnos a esos infiernos de frío con unas ruedas gastadas y unos "limpias" lamentables. ¡Seguridad ante todo!
Allí, en el SOCORRO, me encontré a mi hermano Asier.
Resulta que el pobre también necesitaba un arreglo de rueda de urgencia por lo que nos pudimos pegar un último achuchón antes de seguir nuestros caminos. Asier se fue a la Uni y yo me fui a visitar a Patri porque no podía irme a Ginebra sin verla por última vez.
Con mis flamantes ruedas y mis limpias de ensueño llegué a casa de Patri para desayunar.
Después fuimos a visitar a Helena, una amiga común que está llevando a cabo la heroicidad de tirar palante con 6 criaturas. ¡Y está divina la tía!
Total, que ya era casi mediodía cuando me pongo, ya en serio, a hacer camino a Ginebra.
Bueno, a la altura de Girona me paré para visitar a La Pili (la madre de Marc) porque la mujer me dejó un libro y no quería irme sin devolvérselo. La parada duró unos 15 minutos que es el tiempo en que se devuelve un libro y, después de varios "pero mujer que no hace falta", se acaba aceptando un paquete con comida diversa. Salí de casa de La Pili, puse gasolina y, por fin, estaba en camino directo a Ginebra. Mi destino final.
Llegué a la Jonquera a las 15:30 y ahí me quedé. Justo a unos 200 metros de la frontera que los malditos franceses habían cortado.
Me quedé detenida en la Jonquera durante 9 horas. Sí, 9 horas.
Lo bueno del tema es que con mi calefacción, mi gasolina y la radio (que funcionaba de coña) estuve muy bien y al final tampoco resultó muy terrible. Hacia las 23:00 un mosso d'esquadra (que por cierto, estaba muy bien) golpeó mi ventanilla y me ofreció un bocadillo, gentileza de Montilla, que yo acepté encantada.
Debo decir que no sobreviví todas esas horas gracias ni a los mossos ni a la gentileza de Montilla sino al salchichón que, por suerte, acabé aceptando de La Pili y que me comí a mordiscos que ni en tiempos de guerra.
Con mi calefacción, la radio y el salchichón era feliz.
En la radio pude oir historias tan grandes como la de una mujer de unos setenta que estaba harta de que su nuevo amigo le contara marranadas sexuales... Ella hablaba de este hombre, un abuelete de otros setenta, en términos de amigo porque "ella ya no quería más que un amigo para charlar y viajar y no quería saber ya nada del sexo" pero aún se veía con él y mantenía largas conversaciones donde se intercambiaban las "marranadas" con "oye que el sexo no me interesa". Algo parecido a ésto:
Todo junto hizo que perdiera toda esperanza sobre la idea de que envejecer proporciona más madurez y tranquilidad al espirítu. La cosa sólo va a peor, definitivamente.
También me preguntaba, mientras miraba por la ventana y la nieve no paraba de caer, qué sería de nosotros si realmente hubiera un cataclismo de los de verdad. Estar en ninguna parte, atrapado y sin mossos de esquadra majetes ofreciendo bocadillos.
Hacia las 24:00 nos movimos unos metros y ofrecí el sitio de mi copiloto a una pobre mujer que se había pasado todo ese tiempo sin calefacción por culpa de una avería en su coche. La dichosa batería estaba muerta y los gendarmes (muy majos también) estaban intentando arreglarla.
Al cabo de un rato la mujer abandonó mi Skody y, por fin, los franceses abrieron la frontera...
Estuve conduciendo una dos horas con las autopistas limpísimas y casi en solitario pero me tuve que parar a dormir en una estación de servicio. Paré el coche entre dos camiones polacos.
La idea era parar sólo una hora pero al final dormí 5 por lo que la carretera , a las 8:30 de la mañana, ya no estaba limpísima ni solitaria. Estaba nevando.
Me comí el bocata de Montilla (que era de queso) y seguí con mi camino.
La carretera estaba como el culo y perdonad por la expresión.
Mi limpiacristales izquierdo se quedó misteriosamente parado en posición vertical por lo que no limpiaba nada. Por suerte el limpia derecho iba de fábula y podía ver algo.
Me pasé 2 horas a 30 km/h planteándome seriamente mi llegada satisfactoria a Ginebra en esta década.
A todo ésto añade a los que yo denominé, y perdonad de nuevo por la expresión, los Malditos Hijos de Puta y que no eran otros que los zopencos que preferían ir adelatando por el carril no habilitado y lleno de nieve aún a riesgo de provocar un accidente. Uno de estos MHP dió tres trompos justo delante mío. Juro por Diós que tener un AK-47 me habría venido muy bien para darle su merecido...

Lo peor, no obstante, se produce cuando el limpia detenido vuelve a moverse para chocar en tres ocasiones con el limpia trabajador. Lo suficiente para que mis limpias, ambos, se vayan al garete y me quede más ciega que un gato de porcelana.

Decido meterme en una estación de servicio y llamar a Marc para anunciar mi suicidio.
Él me sugiere que llame a atención en carreteras pero no me resulta buen plan porque nevaba muchísimo y allí sólo me quedaría atrapada. La grúa no llegaría en un montón de horas y los quitanieves no pasarían a desenterrar a los cabezamelones que, ya sepultados por la nieve, decidieron parar a tomar un café con la que caía.
Decido continuar el viaje y ver si puedo llegar a Lyon para arreglar los limpias.
Arranco el coche en la estación de servicio, circulo unos metros y....!bacummmmm! mi Skodi impacta con lo que se suponía un bordillo que, oculto bajo la nieve, estaba allí puesto para amargarme la exitencia. Mi Skodi se había quedado atascado. Ahí, lo confieso, se me saltan unas lágrimas pero salgo del coche, y de nuevo perdonad por la expresión, cagando hostias para buscar ayuda. Entro en la cafetería y, con mi francés de Atapuerca, les digo a unos franceses que si me pueden ayudar. Los tíos, muy franceses, dejan sus patatas fritas y sus refrescos y me empujan el coche hasta que mi Skodi vuelve a ser libre. Les doy un millón de gracias.
Vuelvo a la autopista y milagrosamente nieva muy poquito de tal forma que los copos ni tocan el coche y puedo ver sin problema. Decido circular, circular y circular hasta que llego (después de varias horas) a Suiza.
Los suizos de los cojones, y perdonad mi expresión, llevan neumáticos de invierno y conducen a toda velocidad mientras tú lo haces como puedes y sin limpias. Lo malo era que cada vez que me adelantaban el cristal se me ponía hecho unos zorros y no veía nada...
Al final llego al CERN, lugar de espionaje en realidad, me reúno con Marc y decido que cojamos el autobús hasta casa. El Skodi se quedó allí aparcado y allí sigue, cubierto de nieve y sin limpiaparabrisas.
Aunque Marc no me dijo nada yo creo que mi aspecto era como el de esta macaca.

Igualita pero saliendo del Skodi...¡¡¡Aaauuuuuurghhh!! ¡¡Dame una sopita!
Saltándome el plan previsto, decidí terminar con Mis típicas Navidades y regresar unos días antes aprovechando que la llegada de dicho temporal a la Península no se había producido.
Antes de partir me fui bien prontito al SOCORRO que, para el que no lo sepa, es un puesto de recambio de ruedas de la ilustre Corbera de Llobregat (mi pueblo y lugar de residencia de mi familia). En el SOCORRO me cambiaron las dos ruedas delanteras y los limpiaparabrisas. Todo costó una mortaja pero no estabámos mi Skodi y yo para irnos a esos infiernos de frío con unas ruedas gastadas y unos "limpias" lamentables. ¡Seguridad ante todo!
Allí, en el SOCORRO, me encontré a mi hermano Asier.
Resulta que el pobre también necesitaba un arreglo de rueda de urgencia por lo que nos pudimos pegar un último achuchón antes de seguir nuestros caminos. Asier se fue a la Uni y yo me fui a visitar a Patri porque no podía irme a Ginebra sin verla por última vez.
Con mis flamantes ruedas y mis limpias de ensueño llegué a casa de Patri para desayunar.
Después fuimos a visitar a Helena, una amiga común que está llevando a cabo la heroicidad de tirar palante con 6 criaturas. ¡Y está divina la tía!
Total, que ya era casi mediodía cuando me pongo, ya en serio, a hacer camino a Ginebra.
Bueno, a la altura de Girona me paré para visitar a La Pili (la madre de Marc) porque la mujer me dejó un libro y no quería irme sin devolvérselo. La parada duró unos 15 minutos que es el tiempo en que se devuelve un libro y, después de varios "pero mujer que no hace falta", se acaba aceptando un paquete con comida diversa. Salí de casa de La Pili, puse gasolina y, por fin, estaba en camino directo a Ginebra. Mi destino final.
Llegué a la Jonquera a las 15:30 y ahí me quedé. Justo a unos 200 metros de la frontera que los malditos franceses habían cortado.
Me quedé detenida en la Jonquera durante 9 horas. Sí, 9 horas.
Lo bueno del tema es que con mi calefacción, mi gasolina y la radio (que funcionaba de coña) estuve muy bien y al final tampoco resultó muy terrible. Hacia las 23:00 un mosso d'esquadra (que por cierto, estaba muy bien) golpeó mi ventanilla y me ofreció un bocadillo, gentileza de Montilla, que yo acepté encantada.
Debo decir que no sobreviví todas esas horas gracias ni a los mossos ni a la gentileza de Montilla sino al salchichón que, por suerte, acabé aceptando de La Pili y que me comí a mordiscos que ni en tiempos de guerra.
Con mi calefacción, la radio y el salchichón era feliz.

Todo junto hizo que perdiera toda esperanza sobre la idea de que envejecer proporciona más madurez y tranquilidad al espirítu. La cosa sólo va a peor, definitivamente.
También me preguntaba, mientras miraba por la ventana y la nieve no paraba de caer, qué sería de nosotros si realmente hubiera un cataclismo de los de verdad. Estar en ninguna parte, atrapado y sin mossos de esquadra majetes ofreciendo bocadillos.
Hacia las 24:00 nos movimos unos metros y ofrecí el sitio de mi copiloto a una pobre mujer que se había pasado todo ese tiempo sin calefacción por culpa de una avería en su coche. La dichosa batería estaba muerta y los gendarmes (muy majos también) estaban intentando arreglarla.
Al cabo de un rato la mujer abandonó mi Skody y, por fin, los franceses abrieron la frontera...
Estuve conduciendo una dos horas con las autopistas limpísimas y casi en solitario pero me tuve que parar a dormir en una estación de servicio. Paré el coche entre dos camiones polacos.
La idea era parar sólo una hora pero al final dormí 5 por lo que la carretera , a las 8:30 de la mañana, ya no estaba limpísima ni solitaria. Estaba nevando.
Me comí el bocata de Montilla (que era de queso) y seguí con mi camino.
La carretera estaba como el culo y perdonad por la expresión.
Mi limpiacristales izquierdo se quedó misteriosamente parado en posición vertical por lo que no limpiaba nada. Por suerte el limpia derecho iba de fábula y podía ver algo.
Me pasé 2 horas a 30 km/h planteándome seriamente mi llegada satisfactoria a Ginebra en esta década.
A todo ésto añade a los que yo denominé, y perdonad de nuevo por la expresión, los Malditos Hijos de Puta y que no eran otros que los zopencos que preferían ir adelatando por el carril no habilitado y lleno de nieve aún a riesgo de provocar un accidente. Uno de estos MHP dió tres trompos justo delante mío. Juro por Diós que tener un AK-47 me habría venido muy bien para darle su merecido...

Lo peor, no obstante, se produce cuando el limpia detenido vuelve a moverse para chocar en tres ocasiones con el limpia trabajador. Lo suficiente para que mis limpias, ambos, se vayan al garete y me quede más ciega que un gato de porcelana.

Decido meterme en una estación de servicio y llamar a Marc para anunciar mi suicidio.
Él me sugiere que llame a atención en carreteras pero no me resulta buen plan porque nevaba muchísimo y allí sólo me quedaría atrapada. La grúa no llegaría en un montón de horas y los quitanieves no pasarían a desenterrar a los cabezamelones que, ya sepultados por la nieve, decidieron parar a tomar un café con la que caía.
Decido continuar el viaje y ver si puedo llegar a Lyon para arreglar los limpias.
Arranco el coche en la estación de servicio, circulo unos metros y....!bacummmmm! mi Skodi impacta con lo que se suponía un bordillo que, oculto bajo la nieve, estaba allí puesto para amargarme la exitencia. Mi Skodi se había quedado atascado. Ahí, lo confieso, se me saltan unas lágrimas pero salgo del coche, y de nuevo perdonad por la expresión, cagando hostias para buscar ayuda. Entro en la cafetería y, con mi francés de Atapuerca, les digo a unos franceses que si me pueden ayudar. Los tíos, muy franceses, dejan sus patatas fritas y sus refrescos y me empujan el coche hasta que mi Skodi vuelve a ser libre. Les doy un millón de gracias.
Vuelvo a la autopista y milagrosamente nieva muy poquito de tal forma que los copos ni tocan el coche y puedo ver sin problema. Decido circular, circular y circular hasta que llego (después de varias horas) a Suiza.
Los suizos de los cojones, y perdonad mi expresión, llevan neumáticos de invierno y conducen a toda velocidad mientras tú lo haces como puedes y sin limpias. Lo malo era que cada vez que me adelantaban el cristal se me ponía hecho unos zorros y no veía nada...
Al final llego al CERN, lugar de espionaje en realidad, me reúno con Marc y decido que cojamos el autobús hasta casa. El Skodi se quedó allí aparcado y allí sigue, cubierto de nieve y sin limpiaparabrisas.
Aunque Marc no me dijo nada yo creo que mi aspecto era como el de esta macaca.

Igualita pero saliendo del Skodi...¡¡¡Aaauuuuuurghhh!! ¡¡Dame una sopita!
Bego eres la mejor contando historias!vaya risas!has pensado en dedicarte a ello?
ResponderEliminarmuchos bss
Gracias Bego! Gracias por alegrarme esta mañana horrible de lunes en la que me he levantado a las 5 para empollar, y en la que me quedan 2 horas de metro y aguantar un llovizna asquerosa que no para desde hace semanas.
ResponderEliminarMe he reído con lágrimas!!!
Conéctate al skypy de vez en cuando para que me (nos) cuentes tus aventuras por ese piquito de oro. Un beso desde la contaminada y grisácea Madrid.