Ayer, en mi día febril y mediodepresivo, recibí una sorpresa inesperada.
Con un día amenazador de tormenta y una barriga mediorevuelta, lo más animado que hice durante la tarde fue la colada. Cosa, el tema de la colada, que ya os explicaré en otro momento.
Quizá os parece una tontería que, con todo lo bueno que me está pasando, también tenga mis momentos de bajón. Yo no sé a vosotros pero a mi, como a los niños pequeños, me afecta anímicamente el cansancio y el dolor de barriga por lo que ayer además, mientras estuve en la cama sin hacer nada, me sentí un poco mal. Como si estuviera desaprovechando el tiempo aquí por estar enferma o algo así. Me sentí también sola.
Ayer sólo tenía ganas de estar con Marc. De estar con él debajo de la manta y poder olvidarme de todo. Espero que nadie se ruborice demasiado con ésto. ¡Nadie que lea este blog debería hacerlo! Que ya me conocéis.
Este blog no pretendía ser sólo un cuenta anécdotas de mi vida sino una manera de poder comunicarme con vosotros. Un desahogo personal. Mi terapia de shock.
Estoy en este país y en días como ayer echo de menos a las personas que quiero. A todos vosotros y en especial a Marc. No me culpéis por ello, por favor.
Ayer necesitaba a Marc.
Muchas veces tengo conversaciones con vosotros en diferentes momentos. A cada persona un lugar. A cada situación una persona. Seguro que a vosotros os pasa lo mismo.
Mis conversaciones con Marc son casi permanentes y supongo que, en el fondo, no os parece nada raro.
Ayer, por ejemplo, concreté mi reserva de habitación para los días de llegada de Marc en un hotel muy baratito y situado en una zona alejada del centro, muy cercana a la zona del Mont Eden.
Cuando salí del hotelito un pajarito precioso y pequeño, de un color verde oliva intenso, se posó en una rama justo delante mío. Lo miré y nada más verlo, en mi pensamiento, se formuló un: "Mira animalet! què macu és aquest!"
Durante todo el camino de regreso me contentaba imaginando cómo sería ver el mismo pajarito con Marc. Quizá saliendo del mismo hotelito y posado en la misma rama.
Cuando llego a mi habitación una combinación de emoción no expresada y de abatimiento me dejan dormida en mi cama durante horas.
Estos días estoy ultimando preparativos para mi viaje con Marc y me siento tan excitada que, a veces, no tenerle aquí para decírselo de verdad, tocándole la cara o abrazándole, me deja también un poco triste. Como ansiosa por verle.
Ayer estaba como con esa estúpida sensación de soledad. Yo sé que es estúpida pero así es.
Ayer me parecía un tedio quedar con cualquiera de las personas que hay por aquí. No tenía ganas de quedar y nada me obligaba a hacerlo para sentirme mejor.
Marc estaba muy lejos ayer.
Cuando hablamos por la noche a través de Skype le cuento que he estado febril. Él se preocupa pero no puede hacer mucha cosa. No puede "darme pastillas", como él dice en broma.
De repente, supongo que para alegrarme, Marc me dice que no puede esperar más y que tiene que decirme una cosa. Me dice que, aunque ya no será una sorpresa, me mandó una carta hacía dos semanas y que debía haberla recibido. Yo le digo que no tenía ni idea sobre una carta.
Bajé corriendo a recepción y allí, en mi casillero de correo, no había ninguna carta.
Le pregunté al recepcionista y éste me pregunta si la carta tenía el número del apartamento. Yo le dije que no lo creía y entonces me acerca una caja de cartón llena de cartas olvidadas, para devolver. Cartas con tachones sobre las direcciones como las que vi durante un par de años trabajando en correos.
Rebusco entre las cartas y no encuentro la carta de Marc. Además de algunas revistas estaban devolviendo cartas personales escritas con bolis de colores. Me dió pena por esas personas.
Regreso a mi habitación con una pena que no puedo explicar.
Enciendo el ordenador y el saldo de internet semanal se me ha acabado.
Bajo de nuevo a recepción y mientras estoy ampliando el saldo de internet me doy cuenta de que hay otra caja de paquetes en el mostrador.
Le pregunto al recepcionista si puedo mirarlos y ahí, ahí sí, me encuentro con un paquete a mi nombre enviado desde Suiza. Un paquete de Marc.
El recepcionista, que es chino, hasta se puso contento. "Happy ending!" me decía.
Me puse contentísima.
Cuando subí a mi habitación abrí el paquete y me encontré la continuación del cómic de Estela (aquel que acabé de leer en Mont Eden) y una carta de Marc.
Me puse tan contenta que creo que el día fantástico de hoy es también gracias a eso.
Regalos de la vida.
Lo bonito de tener a alguien en tu camino y de que éste sea mucho más bonito a su lado.
A los demás, que también os quiero y que os echo de menos. No os penséis lo contrario, por favor. Y ya paro que me estoy emocionando...
