Ayer amaneció con un cielo infestado de nubarrones negros y con temperaturas poco veraniegas. Los malditos meteorólogos habían acertado y la jornada no iba a ser soleada...
En cualquier caso ayer era domingo y, pese al tiempo, el calendario decía que se celebraba la triathlon de Lausanne. Además de que me había apuntado, no encontramos mejor excusa para iniciar el día de una manera diferente así que ahí que nos fuimos.
Yo no sé si fue por el tiempo amenazante o porque durante todo el viaje en coche a Lausanne tuve frío, pero el caso es que al principio estaba un poco como desencajada. Conduciendo, por un momento, incluso deseé que pasara algo imprevisto para no tener que meterme en el lago con ese frío. Confieso que deseé pinchar una rueda del coche o perdernos inexplicablemente. Después pensé en William Walace, en que me había preparado y en que, coño, ya estaba casi en Lausanne y no era plan rajarse de esa manera.
Llegamos a Lausanne un poco justos de tiempo pero tras retirada un poco accidentada del dorsal las ganas volvieron a emerger. Bueno, con el traje de superheroe y tras chapuzón en el lago previo a la carrera, las ganas volvieron a hacerse un poco pequeñas. ¡Qué frío!
En esta ocasión la salida no se hacía desde una playa sinó desde un espigón. La categoría masculina salió antes que la femenina y pocos segundos después del pistoletazo todas pudimos entrar al espigón. Llegó nuestro momento.
Todas las participantes nos dispusimos a lo largo del espigón y allí nos sentamos. Sentada allí, a esas horas mañaneras, me quedé mirando los nubarrones. El cielo, la verdad, estaba bonito. Después me miré las piernes y vi que tenía la piel de gallina. También miré el pelotón de hombres que estaba nadando a un par de centenar de metros de la salida y la marea de hostias que se generaba a su paso. Volví a mirarme las piernas y vi que la piel de gallina seguía allí.
A mi lado había un grupo de italianas que bromeban sobre el "fredo" y lo "freda" que estaba el agua. Pues sí, mirando mis piernas, eso era evidente. Acto seguido la organización nos invitó a meternos en el agua y allí nos metimos. Con todo, se estaba mejor dentro del agua que fuera. El bocinazo de salida sonó y ya no hubo más tiempo para mirarme la piel de gallina de las piernas.
Las boyas, por si no lo he dicho antes, estaban como lo estaban en la triathlon de Ginebra. A tomar por culo, vamos. Pero lo peor, en esta ocasión, no fue ese detalle sino lo atrapada que me quedé entre lasa italianas del "fredo" y lo mucho que me costó avanzar. Por momentos lo pasé mal porque no veía nada, no podía orientarme y porque el lago no estaba como una balsa. La corriente era mucho más fuerte que en otras ocasiones y llegar a la primera boya fue muy duro. La llegada a la segunda boya fue algo mejor pero por entonces ya había tragado agua como para hacer un trasvase al Ebro. ¡Y aún me quedaba llegar!
A falta de 150 metros me separé como pude del grupo aún a sabiendas de hacer más metros y ahí pude ver un poco la luz. Recuperé un poco la compostura y, finalmente, acabé la natación. ¡Qué duro fue! Nada que ver con Ginebra. Aquí no había rémoras pero la marea de hostias fue monumental. Y creo que mi salida fue la propia de una pardilla. Antes del bocinazo me quedé acorralada entre las italianas del "fredo" y, sumado a la corriente, empezar a nadar fue casi imposible.
Pero nunca nada es tan malo en la vida y de todo se aprende. Aquí unos ejemplos:
Lección 1: Si la salida ya es desde el agua quédate SIEMPRE en primera fila.
Lección 2: Respetando siempre la lección 1, sal cagando leches y que tu marea de hostias te proteja.
Lección 3: Evita a las malditas italianas del "fredo" cueste lo que cueste. ¿Que las mujeres de tu vera hablan italiano? ¡Corre y busca otro sitio!
Pero bueno, una vez acabada la natación pues a por la bicicleta. La parte ciclista fue más dura que en Ginebra porque el recorrido tenía más cuestas y porque a falta de una vuelta se puso a llover. Pero debo decir que me gustó mucho y que gracias a que he bicicleteado más no fue catastrófico. No obstante, y a punto de cabar la bicicleta, me di cuenta de que bajar de 1:30 iba a ser imposible.
Acabada la bicicleta tocaba correr y ahí que me puse. Empecé a correr pensando que tenía que intentar rebajar la 1:30 pese a lo difícil del asunto. Pese al acartonamiento de piernas que llevaba la carrera se me da mejor que todo lo anterior y el recorrido es además bien planito. Llovía un poco pero aquí me resulta agradable. Sigo corriendo y me encuentro bien. Me acerco a la meta y veo que quizá sí puedo lograrlo. Aprieto y paro el crono finalmente en 1:30'57. No había conseguido bajar la hora y media pero sí había mejorado el tiempo de Ginebra. Estaba muy contenta.
El sorpresón final llega cuando viendo mis tiempos descubro que en la carrera corrí los 5km en 21 minutos exactos. Nunca antes había corrido los 5km tan rápido y menos después de haber tenido que nadar entre las italianas del "fredo" y cascarme 20km en bicicleta. ¡¡¡Osea, que está de la leche!!!
Y hoy encima he descubierto que salgo en la selección de fotos que la organización ha colgado en la web.
Premio para el que me encuentre aquí :)
Leches! que no te encuentro en las fotos!
ResponderEliminarPues estoy, estoy!! :-P
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