Ayer, después de francés, fui a Ginebra a cenar con Vanessa y fuimos a un restaurante thailandés muy chiquitito que está cerca de Plan Palais. Cuando nos trajeron los platos hice unos cuantos juramentos en hebreo por haber olvidado la cámara. Los platos eran muy bonitos y, sobretodo, estaban buenísimos.
En una de las mesas, un señor mayor que comía sopa de fideos nos echaba alguna que otra mirada furtiva. Los espacios pequeños tienen esas cosas. Al final, cuando pagamos la cuenta y nos levantamos, el hombre se nos acercó y nos dijo en un español bastante curioso: "Perdonen, ¿hablan ustedes español? ¿Son de Cuba?"
Bueno, yo no sé cómo nos miró el hombre para ver en Vanessa y servidora a dos cubanas pero la cosa es que empezamos a hablar con el tipo. Resulta que era artista y, cágate lorito, Vanessa ya había ido a una de sus exposiciones hacía unos meses. El hombre, entre otras cosas, nos dijo que él viajaba mucho a Cuba, que le encantaba el español y que Ginebra era un cementerio.Vamos, que se puso contento de oir español después de haberse pasado un tiempo en Cuba trabajando. Por lo visto, la semana que viene expone en una sala cerca del restaurante Thai así que igual nos dejamos caer por allí y, de paso, repetimos la experiencia gastronómica. Intentaré no olvidar la cámara para la ocasión.
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