Ya estoy en Barcelona y ya he vuelto a dormir en mi viejo cuarto. Lo de viejo sólo se debe a mi falta de precisión descriptiva y no a que mi cuarto esté polvoriento o lleno de muebles del 1800. Sólo es un cuarto normal y corriente. Más bien pequeño y con un curioso armario de capacidad mengüante debido a la invasión paulatina que mi buena madre ha hecho con sus telas y atavíos en mi ausencia. "Hija como ya no estabas en casa pues he puesto unas cosillas..." Ama, desde aquí aprovecho para decirte que no tiene importancia y que una simple caja de cartón servirá para guarecer mis inmundas pertenencias...¿Pero qué estoy explicando? ¡A lo que iba!
Estaba yo ayer en mi vieja cama (que ni sufre carcoma ni es un camastro rococó) cuando descubrí una pequeña araña negra en una de las esquinas del techo. La pequeña terrorista estaba, concretamente, en la esquina situada justo sobre mi cama. La ubicación perfecta para un pequeño salto arácnido y un aterrizaje arácnido sobre mi cara. Un pensamiento nada reconfortante...
Mirándola recordé la revelación que, días atrás y con Marc a mi lado, tuve sobre mi extraña atracción-animadversión por estas criaturas.
Sin ser budista ni creer mucho en la reencarnación, siempre pensé que, seguramente en otra vida (si es que la tuve), fui una mosca desgraciada que cayó en las redes de una hambrienta araña. Pensar en algo así me produce el mismo escalofrío que siento cuando me encuentro con alguna de ellas por lo que el episodio me parece absurdamente lógico y posible.
Imagino a la pequeña y peluda bego-mosca luchando inutilmente en la red hasta que la asesina apareció con su cara repleta de ojos. En ese momento la araña inyectó su veneno licuador en mi pobre cuerpecillo e hizo de mí un pequeño paquete en su salsa para ser lentamente devorado. Todo tuvo que ser aterrador y sólo así entiendo el acojone que estas criaturas me producen.
Ahora bien, si ésta posibilidad explica mi terror ¿qué pasa con mi atracción por ellas?
Una profunda conversación sobre el tema con Magrans diseñó la respuesta definitiva al dilema.
En otra vida, si es que la tuve, fui ciertamente devorada por una araña pero yo no era una pobre mosca sino una araña macho que en su camino fertilizador erró en sus cálculos y sucumbió entre las fauces de su amada.

Ahora entiendo por qué cuando miro algo como ésto experimento una fuerte sensación. Un extraño sentimiento en el que se juntan, en proporción variable, el asco con la atracción y el terror con la curiosidad.
Todo, por fin, encaja ahora a la perfección. ¡Ya era hora!
No hay como un ingeniero para desentrañar los misterios de la existencia :p
ResponderEliminar