viernes, 7 de septiembre de 2012

Subida a la Vuache.


La Vuache es una montaña del sureste de Francia situada dentro del departamento de la Haute-Savoie (Alta Saboya en hispánico), cerca de la frontera suiza.



Con Jone a cuestas, decidimos hacer cumbre en la Vuache hace unos días para comprobar que, coronando sus 1105 metrillos, hay un montón de piedras dispuestas cual casual pirámide a punto de desmoronarse. El montón de piedras está en lo alto y resguardado por el tupido bosque por lo que las vistas desde allí no son muy buenas que digamos. Pese al final un tanto descafeinado, la ruta es agradable y las vistas que proporciona durante el trayecto merecen la pena.


De regreso, paramos a comer en este prado. No estuvimos mucho rato pero sí el suficiente para tener una de esas pequeñas alegrías, que yo llamo. Una mariposilla azul estuvo terca con posarse en mi mano y hasta pude hacerle unas fotos. Y pese a la cacarruta de cámara que tengo y lo poco que sé de fotografía, confieso sentirme muy satisfecha con el resultado.

 

Se trata de un Ícaro o Dos puntos. Según he podido averiguar, era una hembra joven. Bonita, ¿verdad?

La bajada nos condujo de regreso a Chaumont, el pequeño pueblo desde donde empezamos la marcha. A  menos de un kilómetro del pueblo se produjo uno de esos momentos surrealistas, que yo llamo. Enfudado en su traje y subido a una bici del copón, nos encontramos con Joni Hahkala quien, según nos contó, llevaba más de cinco horas de ruta y aún tenía que ir a Ginebra a encontrarse con un colega. ¿No existen a veces casualidades de lo más sorprendentes? Cualquier pequeño cambio en la sucesión de todos los acontecimientos que se dieron ese día podría haber evitado el encuentro. Un rato más de fotografía con la Ícaro, un rato más de Jone jugueteando con las cacarrutas secas de vacas en el prado, un rato menos en la montaña de piedras de la cima, una meadita a medio camino...¡Pero no! Nosotros no pudimos hacer nada y Joni tampoco. Teníamos que vernos y punto. Allí, en aquel lugar remoto y en esas circunstancias. Nos despedimos del finés y llegamos hasta el Auberge de Chaumont charlando sobre lo diferente que parecía el día de Joni y el nuestro. Pensar en cinco horas en bici (como poco) nos resultaba simplemente imposible. Algo que posiblemente no podamos hacer en muchos años. El Auberge de Chaumont era muy bonito y la coca-cola nos sentó de fábula. Además parece tener un menú del día muy apañado. Salimos de allí proponiéndonos regresar y probar el menú. Otro día os lo cuento. Quizá llamemos a Joni. A ver si nos encuentra un hueco.

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