viernes, 9 de diciembre de 2011

A todas ellas.

A nuestras espaldas pequeñas heroicidades suceden cada día sin enterarnos.
Doblamos una esquina cualquiera en alguna ciudad sin nombre y una heroina anónima se escabulle entre las sombras. Una mujer ni alta ni baja, ni gorda ni flaca. Una mujer que por su aspecto no acertaríamos a imaginar los obstáculos que cada día sortea sin aplauso alguno. Miramos a nuestro alrededor sabiendo que algo no encaja pero, desgraciadamente, volvemos a nuestros quehaceres como despertando de un sueño que nunca llegó a serlo.
La heroina anónima prosigue su camino aunque quizá la fortuna y nuestra observación más calmada nos brinden la oportunidad de verla. Y así sucede. Ante nosotros aparece la mujer ni alta ni baja, ni gorda ni flaca. Nuestra heroina empuja con su mano izquierda un cochecito con un niño de poco más de año y medio. De su mano derecha brota una niña de cuatro años que, pese a sus torpes pasos, no empaña la estampa magnífica de nuestra heroina. Buscando su marca distintiva nos fijamos en su pecho y ahí, para nuestra última sorpresa, descubrimos un pequeño bebé de pocos meses de edad protegido por uno de esos macutos modernos. De sus hombros cuelgan además bolsas de plástico de esas que ningún modisto de alta costura aprobaría para salir a pasear. De ellas asoman un par de barras de pan y hojas de lechuga. Nada glamouroso, según parece. Sus ropas tampoco lo son. Sortea un paso de cebra y desaparece de nuestra vista sin dejar rastro.
Entre el tráfico y las luces de la ciudad sin nombre, me descubro ante esta mujer. Heroina anónima de nuestros tiempos.


1 comentario: