lunes, 19 de julio de 2010

En Ginebra again.

Ya llevo una semana en Ginebra y algunas cosas han sucedido...

Lo primero es que, antes de llegar a este pueblo helvético, me pasé unos días por Madrid (otro pueblo, en este caso ibérico) para visitar a mi querida Laura Palmer y al bueno de Edu.
Laura Palmer estaba recién llegada de Sudáfrica cuando llegué a los Madriles y la muchacha me llevó a dar unas vueltas por Alcalá de Henares, su pueblo y hogar de cientos de cigüeñas. Un sitio muy majo donde los camareros tienen la amabilidad de ponerte una tapa como acompañamiento a la bebida que pidas. Cosa que me gustó mucho y que espero repetir más pronto que tarde.


Marc llegó a Madrid al día siguiente y fue entonces cuando nos reunimos con Edu en el aeropuerto. El bueno de Edu nos acogió en su casa y nos llevó a un restaurante de chinos de verdad donde guardaban la recetas populares asiáticas cual defensores del Santo Grial. Nosotros queríamos comer a la usanza china pero no había forma. En varias ocasiones el chino de turno nos decía que se le había acabado el plato que queríamos en cuestión y que, claro está, no aparecía en la breve carta que nos daba sino sobre las mesas de los chinos de verdad que estaban con nosotros en el resaturante. Al final, entre otros platos, pudimos probar una especie de horchata de guisantes chinos y hasta salimos contentos del lugar. Laura Palmer también estaba por allí y disfrutó de todo menos de la horchata de guisantes. Que no estaba muy buena, la verdad...


Coclusión:
Si las cigüeñas vuelan bajo, no te asustes, estás en Alcalá y allí siempre te darán unas bravas por el precio de una caña. Si eso te parece poco, siempre puedes irte de aventura a Usera, adentrarte en su pequeña China e intentar robar algunas de las recetas milenarias que los guerreros Ku-Nyao protegen con su vida. Paga el precio regalado de las bravas de Alcalá con la lucha a muerte por unas empanadillas cantonesas en Usera. Rinde cuentas con el destino y acepta el reto si te atreves.

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