Mi plan deportivo para completar un triathlon sprint sin fallecer en el intento sigue adelante y ayer opté por ir a nadar a la piscina del Smash. Piscina al aire libre que está a tiro de piedra del CERN.
El día estaba gris y chispeaba así que no sabía si la piscina estaría abierta pero resulta que, efectivamente, no sólo estaba abierta sino que en sus aguas había otro ser humano nadando bajo la lluvia. El socorrista estaba bajo su sombrilla, vestido de largo y hojeando una revista. Supongo que si la temporada estival continúa así no habrá muchos rescates.
Sentada en el bordillo de la piscina y mirando el Jura coronado de nubes, tuve una serie de emociones encontradas. Por un lado me sentí aliviada por no ser la única loca que decidía ir a nadar en esas circunstancias. Pero por otro, lamentaba en un grito interior del todo egoísta no estar sola en esa piscina, con el Jura amenazante de fondo y el chispear arrítmico de la lluvia sobre el agua.
En fin, qué cosas...
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