Pese a los virus y a las bacterias terroristas, este sábado decidimos acercarnos hasta el pueblo de Bulle, a cinco kilómetros de Gruyères. Sí, el pueblo del queso del mismo nombre. Mira tú qué cosas...
El pueblo es divino y hacía un solete que bien valía un imperio. El día fue largo pero entretenido.
Aquí un documento de la jornada en la que el grupo, después de horas en la calle, decide resguardarse del frío en una cafetería.
El pueblo es divino y hacía un solete que bien valía un imperio. El día fue largo pero entretenido.
Aquí un documento de la jornada en la que el grupo, después de horas en la calle, decide resguardarse del frío en una cafetería.
Manolo, con gorro negro calado, entusiasmado con su i-phone. Marc
parece contarle algo a Carlos quien, a su vez, parece más interesado en
dibujar vete a saber tú qué cosa en su libreta. Vanessa, junto a
Magrans, parece disfrutar de la situación y hasta llora de contenta y
Jone, como Manolo, ignora al resto contemplando el i-phone de su
padre... ¿¡Y qué!?
¡Pues que mientras todo eso pasaba yo estaba corriendo! Tal cual.
Y es que a Bulle fuimos a correr la corrida bulloise y acabé muerta, muerta, muerta, muerta...
TXAPELDUN
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