martes, 31 de enero de 2012
lunes, 30 de enero de 2012
Historia de un pañal abandonado a su suerte.
Ginebra, jueves 26 de enero de 2012.
Mediodía en la ciudad del cielo blanco. En un hogar silencioso, el pañal de una retoña es el primer testigo de que algo no anda bien en el interior de su portadora. La esperada deposición infantil no es la que el profesional pañal tenía prevista. Ésta aparece verde y con restos de sangre. La madre de la niña acude al olor de alarma y, descubriendo lo que el pañal ya sabía, inicia su puesta en marcha camino al centro médico. Apreciando los servicios del pañal, decide llevárselo para que éste, de celulosa presente, explique lo ocurrido a los doctores. Allí, en el templo de la salud y el bienestar, los doctores tranquilizan a la madre informando que los malhechores deben pertencer a la banda de los virus estomacales. Muy activa estas últimas semanas en la ciudad. La banda de los virus estomacales posee diversas facciones. Es una trama compleja, por lo visto. El pañal quiere colaborar y es dirigido, por orden expresa de la doctora, a la sala de interrogatorios. Allí se analizará todo lo que el pañal pueda aportar para esclarecer los hechos. La madre, más tranquila después de todo, se despide de su pañal testigo deseando que sus declaraciones sean fructíferas. Lo saca de su bolsa de plástico y se lo entrega a una doctora quien, a su vez, desaparece tras la puerta de un ascensor. Diez días debe durar la espera.
A la mañana siguiente y por sorpresa, los padres reciben una llamada de la doctora. Las deposiciones del pañal se han secado. No ha sido posible esclarecer nada. La madre, sabiendo la noticia, se pregunta un tanto perpleja si su pobre pañal de confianza se encuentra olvidado en estos momentos en algún contenedor oscuro. Rodeado de jeringuillas traidoras y gasas cómplices de crímenes terribles. Sin entender por qué su destino de pequeño heroe fue traicionado por los dioses o, peor aún, por el simple descuido humano...

Otro pañal en servicio ha sido enviado a prestar declaración para dar buena cuenta de lo que sabe de la maldita banda de los virus estomacales. Esperemos cumpla su misión y rinda con ello sentido homenaje al camarada abandonado a su suerte.
A la mañana siguiente y por sorpresa, los padres reciben una llamada de la doctora. Las deposiciones del pañal se han secado. No ha sido posible esclarecer nada. La madre, sabiendo la noticia, se pregunta un tanto perpleja si su pobre pañal de confianza se encuentra olvidado en estos momentos en algún contenedor oscuro. Rodeado de jeringuillas traidoras y gasas cómplices de crímenes terribles. Sin entender por qué su destino de pequeño heroe fue traicionado por los dioses o, peor aún, por el simple descuido humano...

Otro pañal en servicio ha sido enviado a prestar declaración para dar buena cuenta de lo que sabe de la maldita banda de los virus estomacales. Esperemos cumpla su misión y rinda con ello sentido homenaje al camarada abandonado a su suerte.
martes, 24 de enero de 2012
lunes, 23 de enero de 2012
El cuento del orégano.
"No todo el monte es orégano"
Según la RAE :
1. expr. U. para expresar que no todo es fácil o placentero en un asunto.
Viernes, 13 de Enero de 2012.
Llevamos una mañana más movida de lo habitual. He tenido que ir hasta Balexert para pagar el curso de francés y, acto seguido, llegar hasta el centro para comprar ropa de invierno para Jone. Como hace frío y Jone no lleva ropa suficientemente abrigada, decido llevarla en el carro a todas partes ese día. En la escuela de idiomas el pago es rápido y volvemos al tranvía en un momento. Rumbo al centro, Jone empieza a inquietarse aunque la alerta no pasa del tono amarillo. En la tienda en la que finalmente encuentro dos monos de invierno, la alerta se torna más anaranjada. Sin embargo, y por fortuna, la cola para pagar y el pago se suceden rápidamente de tal modo que volvemos a la calle sin mayor problema. En la calle, Jone entra en alerta naranja. Trato de calmarla sin éxito. Nuestra casa no está muy lejos por lo que decido dirigirme a nuestra madriguera. Seguramente, pensé entoncés, Jone tiene hambre. Sólo son quince minutos de paseo. Tres minutos más tarde, el llanto desconsolado de Jone me sobrecoge inesperadamente en el cruce de la rue Voltaire con la rue Lyon. Alerta máxima. Jone llora y llora como si la estuvieran matando. Avanzo sólo unos pocos metros con ella aún en el carro hasta que, finalmente, decido cogerla en brazos. Se calla instantaneamente. Lo de cogerla en brazos no es fácil. No sólo porque pesa sus buenos ocho quilos y medio sino porque llevo las bolsas de la compra y me encuentro en pendiente sujetando además el carro. ¿Qué hago? Necesitaba llegar a casa. Jone estaba harta del carro. No me extraña, por otro lado. Hacía frío. Pienso en qué lugar, en aquel punto geográfico, puedo meterme y dar el pecho a Jone. Relajarnos un rato hasta que pueda seguir el camino. Pienso en el Manor (un centro comercial grande) y en su cafetería con asientos y lugar reservado para dar de mamar. Está a la misma distancia que casa. Pero eso es demasiada distancia. A mi derecha, en ese lugar y bajo un andamio de obras, asoma un pequeño café. Haciendo equilibrios con el carro, la compra, la mochila de Jone y con Jone misma a cuestas, finalmente, opto por entrar a regañadientes en el café bajo el andamio. La entrada es espectacular. El café tiene una de esas puertas anti-carro de bebé. De esas en las que pareces siempre la persona más torpe del mundo intentando abrir una puerta construida para no abrirse ni lo suficiente ni lo rápidamente que se precisa para entrar con un bebé. Ni te cuento cuando eso lo haces con el carro y el bebé encima. Entro. Sin la ayuda de nadie, claro. El lugar no es el súpernegocio de Ginebra. Tiene cuatro mesas. Cuatro literalmente, no es una frase hecha. Dos están ocupadas por dos hombres. Cada uno con su ordenador. Cuando irrumpo en el local me doy cuenta de que me encuentro en el más silencioso de todo Ginebra. ¡Qué digo Ginebra! ¡De toda Suiza! Me debato en unas décimas de segundo por dar media vuelta e irme cual fantasma medioarrepentido por aparecerse desde el más allá. Me acuerdo entonces de la puerta anti-bebés. Esas puertas siempre son engullemadres una vez estás dentro. Finalmente decido quedarme. Al menos no hace frío. La propietaria del local es una señora bien entrada en la sesentena. Me lanza una mirada de soslayo en la que se combinan la desaprobación, la perplejidad y la buena educación. De manera un poco forzada, me sonríe. Las cuatro mesas tienen mantelitos naranjas. Decido sentarme en la última de las mesas. En un rincón. Tampoco había mucho donde escoger. El carro, por suerte, no queda justo en el medio del café. Al sentarme, el mantelito naranja se va a tomar viento. La mujer aparece entonces a mi lado. No para ayudarme con los bártulos sino para recomponer la mesa con el mantelito naranja situándolo allí donde una buena mujer suiza de más de sesenta lo pondría en su propia casa. La mujer recoloca una y otra vez el mantel a mi paso hasta la silla. Es una lucha sin cuartel. Imagino, por un momento, que tengo un lanzallamas y prendo fuego al local entero con todos sus malditos manteles naranjas. Finalmente me siento. El mantel naranja queda en su sitio también. A todo esto, Jone encantada de la vida. Pido una coca-cola. La mujer no parece muy contenta. Cuando trae la bebida reparo en el surtido de bocadillos de la vitrina. Por compromiso, pido uno de jamón. Es una birria de bocadillo. Es un panecillo seco con una loncha de jamón de York untado de mostaza. Jone sigue a lo suyo. Empieza a balbucear ma-ma-ma-ta-ta-taaaaaa. Lo hace incrementando su tono. Uno de los hombres, levanta la vista del ordenador y me lanza una mirada. En ese momento deseo saber francés con todas mis fuerzas. Poder decirle algo. Jone no hace nada malo. Sólo balbucea pero allí parece que esté chillando. Me acabo la coca-cola y el bocadillo birrioso. Todo dura diez minutos. Ni me planteo dar allí el pecho. Llega el momento de pagar. No puedo hacerlo sin deshacerme de mi hija. La he tenido en brazos desde que he entrado y con ella encima no puedo coger el monedero, las bolsas y mi chaqueta sin volver a enviar a hacer puñetas el mantelito de las narices. Dejo a Jone en el carro. Vuelve a llorar como si la mataran. De 0 a 100 en 3 segundos. Ni el mejor ferrari del mercado. Pago en 4 segundos, digo "au revoir!" y desaparezco no sin antes rendir una buena lucha con la puerta engullemadres. Jone llora, llora y llora. No puedo cogerla. Llora, llora y llora. No puedo calmarla. Corro hasta casa con Jone llorando como si la mataran. Las calles parecen más silenciosas que nunca. Jone sigue llorando. Me siento fatal. Llego finalmente a casa y cojo a Jone en brazos. Está temblando desconsolada. La abrazo sintiéndome muy mal por no haberlo hecho antes. Tengo ganas de llorar con ella. Lloro. Le susurro cosas al oido. "Cariño, hoy no me lo han puesto nada fácil..."
Y sabiendo muy bien que esto no es más que una anécdota de lloriqueo sin importancia.
No todo el campo es orégano. Ni falta que hace.
El poder de la fibra.
Lo que voy a explicar aquí sucedió hace unos días pero no he podido, hasta ahora, disponer de un rato decente para explicarlo. Como Jone ha pasado una noche un poco mala está haciendo una buena siesta así que voy a aprovecharlo. ¡Al mal tiempo buena cara, oye!
Retrocedamos en el tiempo hasta el jueves de hace dos semanas.
Mientras yo asistía a mi primera clase de francés, Marc se quedó con Jone. Cuando acabé la clase, Marc me explicó que en ese tiempo, y aprovechando la ubicación de la escuela de idiomas, dió unas vueltas por un centro comercial para que Jone estuviera más entretenida. Me dijo que también le dió un poco de pan. Hasta aquí todo muy normal.
Al día siguiente, y tras estruendosa flatulencia, procedo a cambiar el pañal de mi cachorra. Todo hasta aquí, también muy normal.
Abro el pañal y ahí descubro que el pan que su santo padre le dió entonces era multicereales... ¿Que cómo lo descubrí? La caca estaba surtida de semillas variadas y absolutamente intactas. ¡Qué bonito, oye!

Retrocedamos en el tiempo hasta el jueves de hace dos semanas.
Mientras yo asistía a mi primera clase de francés, Marc se quedó con Jone. Cuando acabé la clase, Marc me explicó que en ese tiempo, y aprovechando la ubicación de la escuela de idiomas, dió unas vueltas por un centro comercial para que Jone estuviera más entretenida. Me dijo que también le dió un poco de pan. Hasta aquí todo muy normal.
Al día siguiente, y tras estruendosa flatulencia, procedo a cambiar el pañal de mi cachorra. Todo hasta aquí, también muy normal.
Abro el pañal y ahí descubro que el pan que su santo padre le dió entonces era multicereales... ¿Que cómo lo descubrí? La caca estaba surtida de semillas variadas y absolutamente intactas. ¡Qué bonito, oye!

Algún día tenía que pasar...
...y ha sido hoy: Jone ha tenido fiebre, por primera vez. Su marca oficiosa ha sido 38,4ºC
sábado, 21 de enero de 2012
viernes, 20 de enero de 2012
Macacos.
Gracias a unos colegas que nos hacen de canguro, podemos pasar un ratito sin La Cachorra y probar los emblemáticos Bains de Pâquis. Llegamos al lugar hacia las 7 de la tarde y rápidamente nuestros cuerpos sufren una metamorfosis insólita para tomar una sauna.
En el vestuario (o
microcambiador individual) nos dimos cuenta de varias cosas.La primera de ellas es que, pese a la mejora del clima en estos últimos
días, el frío que casca en Ginebra es monumental. Más si cabe cuando te
quedas en cueros picados. La segunda fue descubrir que nos habíamos
olvidado nuestras chancletas en casa por lo que nuestros pinreles
tuvieron que sufrir inicio de congelación cada vez que contactaban con
el suelo de cemento. La tercera y última fue percatarnos de un nuevo
olvido al comprobar que no nos habíamos traido el famoso termo de Mi Hombre
para tener té y hacer la sauna como unos marajás. Macacos-marajas, en
este caso. Pese a todo seguimos adelante y nos disolvimos, ya metamorfoseados, entre el resto de la manada.
Antes de nada, un baño refrescante en las gélidas aguas del lago Leman.
Mi Hombre no duda en saltar cual rana pero servidora se congeló tan sólo con
el contacto de las aguas hasta el nivel de la cadera. Demasiada
impresión para un organismo mamífero y de latitudes más bien cálidas...

"...Reanímame..." "Bego hago lo que puedo...el masage cardíaco no es mi especialidad...¡¡¡yo sólo sé de C++!!!"
Después del susto, nos adentramos en la extraña sala del baño turco, con
todos sus vapores y un ambiente cargado de humedad. Allí los macacos se
sientan en silencio y se aclimatan como buenamente pueden.
Después nos metimos nuevamente en el lago y, tras el impacto, nos fuimos
a la sauna seca. La pequeña caseta de madera donde los macacos se
sientan, también en silencio, al calor de unas brasas. Hay dos salas.

"Aich...esta está a tope. Bego, mejor vayamos a la otra..."
Allí dentro, Mi Hombre me explica que un amigo suyo tiene una cita con una
tía el próximo viernes y que a ver qué pasará esta vez. Me dice que a su
amigo le gustan todas y que lo que necesita es una novia. No sé porqué,
la historia me pone un poco de mala leche, me enfurruño un poco y le
digo sarcásticamente: "Claro, es que los tíos necesitáis follar con
cualquiera hasta encontrar una novia...¿no?"
Después, nuevo baño en el lago y al Hammam. Allí los macacos se frotan el cuerpo con un jabón especial y se relajan en una sala decorada con lucecitas en el techo. Es como un Belén pero sin figuritas de los Reyes Magos ni musgo. Allí nos frotamos la espalda y nos tiramos cubos de agua. Pero nos los tiramos de buenas porque ya no estábamos enfurruñaos y yo no quería causar ninguna molestia a ningún otro macaco.
Después, nuevo baño en el lago y al Hammam. Allí los macacos se frotan el cuerpo con un jabón especial y se relajan en una sala decorada con lucecitas en el techo. Es como un Belén pero sin figuritas de los Reyes Magos ni musgo. Allí nos frotamos la espalda y nos tiramos cubos de agua. Pero nos los tiramos de buenas porque ya no estábamos enfurruñaos y yo no quería causar ninguna molestia a ningún otro macaco.

"¡Auchhhh Bego! ¡no frotes tan fuerte!", "Calla hombre, no seas exagerado..."
Después, último baño en el Lago antes de meternos en la sala de descanso. Mi Hombre resbala al meterse en el lago y sumerge accidentalmente y de sopetón todo su cuerpo serrano en las gélidas profundidades.

"m..m...mmm....mMMmmmM....me muerooOoOoooOOO..."
Por suerte, tal cosa no sucedió y pudimos llegar, como decía, a la sala de descanso. En esa sala los macacos se relajan en un ambiente sin calores ni vapores excesivos y bien acondicionado con tumbonas y mantas. En silencio, nos quedamos allí tumbados durante unos minutos. Sólo el tiempo justo para que la metamorfosis actuara y nos devolviera nuestra forma humana .
miércoles, 18 de enero de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
Tengo que aprender francés, tengo que aprender francés, tengo que aprender francés...
...tengo que aprender francés, tengo que aprender francés, tengo que aprender francés, tengo que...¡Que aprender francés! ¡SÍ! ¡Y si este es mi sino y ya es primavera porque sí, yo también puede aprender esta lengua del carajo! Si como dice el bueno de Edu, el francés es una lengua romance y de esas ya hablo dos, pues coño (aich, qué malhablada soy), puedo lograrlo. Y hacerlo antes de que Jone se independice...
Primavera...
No hace ni dos semanas que hemos estrenado el 2012 y acabo de enterarme de que la primavera ya ha llegado a Suiza. El cielo grisaceo y la temperatura confortable para los pingüinos son en realidad fruto de mi imaginación o, por lo menos, eso entiendo yo después de haber visitado el CIA Kids (para cachumbeles, dícese in inglis).
Resulta que Jone no anda muy surtida de ropa de invierno y nuestra misión de arreglar ese problema falló estrepitosamente en España. ¡Allí ya es verano, oye!
De regreso a Suiza, como decía, me dirijo a CIA Kids para evitar la futura congelación de nuestra cachorra y descubro que toda la ropa es...¡es para estar medio en pelotas! Bueno, no bien, bien medio en pelotas pero no para ir abrigado en condiciones. Doy hasta tres vueltas por la tienda sin encontrar nada hasta que, finalmente, encuentro un pequeño montón en el exterior con monos de invierno. No me refiero a los macacos japoneses sino a los monos de invierno para bebé. Esos en los que el bebé no sólo se abriga sino se inmoviliza por completo.

Y aquí algunos ejemplos diabólicos que he descubierto...¡Pero pobres criaturas!

Pues bien, ahí que voy al montón de los renegados cuando descubro que sólo hay un mono (horripilante por cierto) y demasiado pequeño para Jone (Godzilla, entre nosotros). Me dirijo a la dependienta en mi francés patatero para, afortunadamente, derivar la conversación en castellano. ¡¡Todo el mundo habla aquí de todo menos yo!!
Después de dar gracias a Dios por sus conocimientos lingüísticos, le digo a la buena mujer : "¿Sólo tenéis esta ropa de invierno?" "Sí, es que ya estamos con la primavera" me responde. Bromeando le respondo: "¡Ah! ¿La primavera ya ha llegado?" Ella, sin ver la gracia del asunto y seguramente pensando que yo era jilipollas integral, me explica todo el marketing sobre el tema y que, en coclusión, ni monos para bebé ni macacos japoneses hasta el año que viene. Acaba ahí la conversación y abandono la tienda pensando que quizá otras tiendas se apiaden de nosotros.
Llegué hasta el H&M del centro y visité otras tiendas en el camino. La primavera también había llegado allí. Cuando abandoné la última de las tiendas (y tras ajustar por enésima vez el gorro de lana de Jone) sólo deseé que el próximo otoño fuera bien tórrido para poder lucir con alegría el bañador que, a este paso, tendré que comprarme pasado mañana...
De regreso a Suiza, como decía, me dirijo a CIA Kids para evitar la futura congelación de nuestra cachorra y descubro que toda la ropa es...¡es para estar medio en pelotas! Bueno, no bien, bien medio en pelotas pero no para ir abrigado en condiciones. Doy hasta tres vueltas por la tienda sin encontrar nada hasta que, finalmente, encuentro un pequeño montón en el exterior con monos de invierno. No me refiero a los macacos japoneses sino a los monos de invierno para bebé. Esos en los que el bebé no sólo se abriga sino se inmoviliza por completo.

Y aquí algunos ejemplos diabólicos que he descubierto...¡Pero pobres criaturas!

Pues bien, ahí que voy al montón de los renegados cuando descubro que sólo hay un mono (horripilante por cierto) y demasiado pequeño para Jone (Godzilla, entre nosotros). Me dirijo a la dependienta en mi francés patatero para, afortunadamente, derivar la conversación en castellano. ¡¡Todo el mundo habla aquí de todo menos yo!!
Después de dar gracias a Dios por sus conocimientos lingüísticos, le digo a la buena mujer : "¿Sólo tenéis esta ropa de invierno?" "Sí, es que ya estamos con la primavera" me responde. Bromeando le respondo: "¡Ah! ¿La primavera ya ha llegado?" Ella, sin ver la gracia del asunto y seguramente pensando que yo era jilipollas integral, me explica todo el marketing sobre el tema y que, en coclusión, ni monos para bebé ni macacos japoneses hasta el año que viene. Acaba ahí la conversación y abandono la tienda pensando que quizá otras tiendas se apiaden de nosotros.
Llegué hasta el H&M del centro y visité otras tiendas en el camino. La primavera también había llegado allí. Cuando abandoné la última de las tiendas (y tras ajustar por enésima vez el gorro de lana de Jone) sólo deseé que el próximo otoño fuera bien tórrido para poder lucir con alegría el bañador que, a este paso, tendré que comprarme pasado mañana...
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