sábado, 29 de octubre de 2011

Parecidas por los pelos.



Que conste que sólo se parecen en los pelos. ¡Que Jone es muy guapaaaaaa!(*)


(*) Típico comentario de madre babeante y cegada por el amooooool...

miércoles, 26 de octubre de 2011

¡Y ya van 4 señores!

Ayer nuestra cachorra cumplió cuatro meses y ésta es la fotanga que le hice para dar testimonio de lo hermosota que está.

"¡Y amás ya engo doz dientez!...jejejeje..."

lunes, 24 de octubre de 2011

Subida al Saleve.

Este fin de semana subimos al monte Saleve. Lo hicimos con el teleférico porque intentar hacer caminar a Jone, con sólo 4 meses, sería poco diabólico. El tiempo nos regaló un solete bien majo por lo que hasta pudimos hacernos una sopa sentados en la hierba. Después nos tomamos unos cafecitos y para casita tralará larita.


"mua mua muaaaaa..."

jueves, 20 de octubre de 2011

Pariendo a Jone. Fascículo II.

Ya estamos en el hospital y oficialmente de parto.
Como nos acogimos al protocolo de parto natural, Marc y yo estuvimos en una única habitación durante todo el proceso. El personal sanitario (comadronas y enfermeras) intervino muy poco durante el parto y su asistencia se concentró sobretodo en la fase de expulsión de Jone.

La habitación donde estuvimos tenía una bañera, una camilla especial, luz graduable y, atención, un mural de prado floreado enorme en una de sus paredes. Por lo visto este detalle último es muy importante porque en las salas de parto a secas no hay prado floreado que valga. Será por esto de ser natural, digo yo.

Uno de mis miedos al parto se debía a las historias que muchas mujeres me habían explicado sobre la imposibilidad que éstas tenían de moverse en plena dilatación. Osea, que en muchos hospitales (y ésto aún pasa) no te dejan ni dar un paso mientras tienes contracciones ni mucho menos estar fuera de la pertinente camilla durante el proceso.

Todo el mundo estaría de acuerdo en admitir que cuando tienes dolor de tripa la tendencia natural del cuerpo es flexionarse sobre sí mismo ¿verdad? Pues con el parto moderno, y desde no hace tantos años, las mujeres se han visto forzadas a quedarse estiradas en la camilla aún sufriendo las contracciones más fuertes del final. ¿Y por qué? Pues porque para el médico (o médicas, que también las hay) es más cómodo estar de pìe mientras el bebé sale como puede del cuerpo estirado de su madre. ¿Y qué se ha inventado para mitigar las molestias? Pues la epidural, señoras y señores. Pero entonces, las molestias de las que hablo ¿son las de la madre? o ¿son las de los médicos? Pues la verdad que no lo tengo muy claro. Sospecho que muchas mujeres, con información veraz sobre el tema, preferirían tener el parto natural aunque también es cierto que muchas otras no quieren saber nada de tener que sufrir para parir en pleno siglo XXI (que ésto lo he oído yo). Cada uno debería poder elegir lo que le parezca más conveniente, digo yo. Lo único que me parece mal es que si no quieres usar la epidural, por lo visto, en muchos hospitales observan esa opción no sólo como una molestia sino casi como una extravagancia de hippy (de ahí que me moleste lo de parto natural). Si no quieres ponerte epidural es tu problema y nadie te la pondrá pero tampoco nadie permitirá que deambules si así lo necesitas. Conclusión: mejor ponerse la epidural en esos casos para no pasarlo mucho peor de la cuenta...O bien, te buscas un hospital donde respeten tu parto. Lo de respetar el parto no es otra cosa que asistir a éste con la menor intervención posible si es que la madre así lo desea y se dan las condiciones para que efectivamente pueda ser así. Nosotros tuvimos mucha suerte con este tema después de ver las orejas de lobo a la ginecóloga de la Quirón que me estuvo tratando...

¡Pero volvamos a esa habitación de prado floreado!

Las contracciones siguieron su ritmo y su intensidad fue en aumento. En el siguiente tacto la dilatación ya era de 5 centímetros. Las comadronas me dijeron que estaba muy bien pero yo, la verdad, me decepcioné un poco pensando que ya estaría por los diez (el concepto cenicero, vamos).
A partir de ahí las contracciones se hicieron más dolorosas aunque aún soportables. Un nuevo tacto situó el avance en los casi 7 centímetros. La cosa empezaba a ponerse durilla. La comadrona me sugirió entonces que me metiera en la bañera de agua caliente. Yo al principio no lo veía muy claro porque empezaba a estar en un punto donde el cansancio no te deja ver mucho más allá de tus narices. Finalmente me metí y allí estuve un buen rato. Las contracciones eran entonces cosa más seria.
Salí de la bañera cual extraño cetáceo bípedo y me hicieron un nuevo tacto. Estaba de 8 centímetros. La comadrona estaba muy contenta por el avance pero ahí empezaron mis problemas. Las contracciones ya eran dolorosas de verdad y cada vez que tenía una no podía evitar emitir un ruido parecido al del mismo Chewaka...

En una de esas contracciones suena el teléfono de Marc. La buena de mi madre nos llama para ver qué tal vamos. Por lo visto mi alarido de fondo le informó perfectamente de la situación y la llamada duró sólo unos segundos. Marc decidió entonces apagar el teléfono.

Seguían las contracciones que me transformaban en Chewaka cuando tuve que ponerme las malditas correas. Las correas son unas cintas (de ahí lo de correas) que sirven para controlar el latido del bebé y ver si hay sufrimiento fetal. Para valorar bien al bebé es necesario que la parturienta esté quieta mientras sufre una contracción. Creo que las contracciones que tuve que tener con las correas puestas fueron las peores.

Con mi dilatación en 8 centímetros, marca oficiosa, empezaron como dije mis problemas de verdad. Cada contracción era más dolorosa y empezaba a tener la sensación de que mi cuerpo se iba a romper por algún sitio. Entonces seguía muy convencida de no ponerme la epidural aunque confieso que lo pasé mal.

Tenía que esperar un nuevo tacto para ver qué tal iba mi evolución. La comadrona, después de un buen rato, vino a hacer dicho tacto y, para mi sorpresa y fortuna, resultó que ya había llegado a los 10 centímetros. Ya estaba lista para expulsar bebés, ceniceros o cualquier cosa imaginable de no más de 10 centímetros de diámetro. Personalmente saber que ya había acabado esa fase me inyectó una moral increible. A veces pienso qué habría pasado si en lugar de haber llegado a los 10 cm me hubiese estancado en los 8 y la comadrona me hubiese dicho algo tipo: " Ai, cariño, sigues igual...Vengo dentro de otra hora, ¿vale?" me pregunto si ciertamente no habría aceptado yo las drogas más duras del mundo del mismísimo Camarón de la Isla resucitado...


Sea como sea, Camarón no se me apareció y seguimos con nuestro parto ya en fase de expulsión. Para esa fase las comadronas se quedaron con nosotros todo el rato. Digo nosotros porque Marc siempre estuvo conmigo y la verdad que yo pasé lo mío pero el también lo suyo. A veces se le saltaban algunas lágrimas porque imagino que no debe ser fácil ver a alguien sufriendo sin poder hacer aparentemente nada. Digo aparentemente porque Marc me fue de una ayuda que aún hoy no adivino a definir con palabras.

En la fase de expulsión recobré fuerzas y moral. Ingenua de mí, nuevamente, pensé que "yo que había hecho deporte toda la vida" apretaría tres veces y Jone saldría cual Concorde en vuelo ultramarino. Pues no. No fue así la cosa...

Si durante la dilatación temes las contracciones, durante la expulsión deseas tenerlas porque mientras no tengas contracción no puedes empujar y eso significa que tienes el bebé atascado en la entrepierna a la espera de nuevo empujón. Se supone que lo que vas a parir es un bebé pero la sensación más parecida a la realidad es la de tener un ladrillo metido en el recto. Disculpadme la comparación y la especificación anatómica. Pero así es la cosa.

Durante la expulsión fue la muerte y no me retracto de ninguna palabra. Fue duro, duro, duro. En un momento dado la comadrona me invitó a tocar la cabeza de Jone pero estaba tan asustada que sólo fui capaz de decirle: "...ai...no, no, no..." En aquel momento yo me acordaba de mi madre y de que con mi hermano Asier (el último de sus partos) tuvo un desgarro tal que le tuvieron que hacer 14 puntos. Yo sentía que me partía en dos. Tenía miedo por eso pero también tenía unas ganas inimaginables de ver a Jone. Marc estaba con una cara, el pobre. Estaba emocionado en una combinación de sentimientos supongo muy diversos. Me animaba y yo se lo agradecía tanto. Venía una contracción y yo empujaba, lo juro, con todas mis fuerzas. Así estuvimos varias veces hasta que finalmente Jone salió del todo. Y salió disparada. Una sensación que no puedo describir con palabras y que, al recordarlo, sólo me emociona de una forma que no me pasa con ninguna otra cosa en este mundo.

El dolor, cosa misteriosa, se fue por completo y recuerdo muy bien a Marc emocionado, a Jone llorando y lo feliz que yo me sentía después de todo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Pariendo a Jone. Fascículo I.

Varios días han pasado desde que reiniciara este blog y, sobretodo, desde que lo hiciera prometiendo el relato del parto de Jone. Mi demora se debe a que tener un cachorro humano comporta sus limitaciones horarias (por decirlo finamente).
Si Jone me lo permite, espero poder explicar cómo fue eso de traerla a este mundo, más que nada, para evitar el desahucio de mi memoria que, como la de todo el mundo, es frágil y un tanto traidora.

Echando la cuenta de la vieja de las 40 semanas, la llegada de Jone estaba prevista para el 20 de Junio. Los ginecólogos, poco dados a creer en las viejas, estimaron su llegada para el día 15 porque, según parecía, su desarrollo y no sé qué más cuestiones estaba acorde con no sé qué tablas de evolución fetal. Jone acabó naciendo el día 25 de Junio pese a los ginecólogos y las viejas pellejas.

Afortunadamente, Jone nació ese día y no casi un mes antes como otras viejas (y no tan viejas) predecían al ver el panzón que yo lucía. Por aquel entonces, Marc seguía en Ginebra y no os quiero contar los nervios que pasé cada vez que alguna de esas almas caritativas me decía lo madura que yo estaba y lo poco que faltaba para que mi bebé asomara por la entrepierna. Todas estas almas caritativas se equivocaron y Jone, por suerte, nació cuando su padre estaba en Igualada para recibirla.

Jone (que no siginifica ni hacha, ni flecha, ni pedrusco pese a ser un nombre vasco) empezó a dar avisos de llegada el día 24 de Junio, día de San Juan (y Santa Jone para quien no lo sepa). Durante todo ese día yo estuve con malestar estomacal y diarreas. Poco después supe que ese incómodo fenómeno también es un síntoma de parto inminente si estás embarazada a término, claro. Si no lo estás, lo que tienes son unas cagaleras y punto pelota.

Por la noche del día 24 empezaron las famosas contracciones. ¿Y qué son las contracciones? ¿Y qué se siente con una contracción? ¿Duelen? Tranquilamente podríamos decir que nadie tiene respuesta concreta a ninguna de estas preguntas. Nadie. Todo el mundo tiene algo que más que una respuesta parece una opinión basada en la experiencia propia. El que avisa no es traidor por lo que, si te encuentras a punto de parir, escoge bien a la persona que vaya a ofrecerte su opinión sobre el tema. Las respuestas van desde el famoso "tranquila, es como un dolor de barriga malísimo" al "quería morirme y aniquilar a mi marido por haberme preñado". En mi caso las contracciones empezaron por la noche y de tal modo que, ingenua de mí, incluso llegué decirle a Marc: "¡Uy! Si ésto son las contracciones, voy bien." Como decía, ingenua de mí...

Durante la noche recuerdo que vimos tres películas pero lo curiososo es que no recuerdo qué pelis vimos. Finalmente, de buena madrugada decidimos irnos al hospital porque las contracciones eran cada menos de 3 minutos y nos abordó el miedo a parir en el comedor de casa. Rompí aguas justo cuando decidimos irnos y tengo que decir que, un poco para mi decepción, lo de romper aguas nada tuvo que ver con algunos relatos femeninos donde el romper aguas parece transportarte a la mismísima cuenca del Orinoco. Mis aguas fueron muchos menos abundantes, menos amazónicas vaya.


Cogimos la maleta (también denominada canastilla) y nos metimos en el Skodi rumbo al hospital. Detenidos en un semáforo en rojo, un tipo de aspecto latinoamericano se nos acerca al coche medio tambaleándose. Siendo madrugada del viernes pensamos que sólo era un tío con una cogorza y no le dimos mayor importancia. Lo malo fue que dicho sujeto intentó abrirnos una de las puertas traseras del Skodi. Le dije a Marc que arrancara y ahí dejamos al tipo, sin saber si quería darnos las buenas noches o quedarse con los pañales de Jone.

Llegamos al hospital a las 6:01 y Marc tuvo el valor de hacerme una foto en el mismísimo mostrador de entrada. Héte aquí el documento que acredita lo que digo:


Posiblemente fue la intervención divina la que evitó el asesinato de Marc y sólo el verdadero milagro explicaría que, sin ni siquiera decirle media palabra, además dejase de lado su reportage fotográfico.

Hicimos entrada en el hospital y me hicieron el primer tacto. El tacto no es otra cosa que la manipulación de la comadrona para ver qué avanzada está la dilatación. En mi caso estaba de poco más de 3 centímetros o, dicho de otro modo, me quedaba un buen rato.

Lo de dilatar es otro misterio cuando estás embarazada. Se supone que para parir, para que el bebé pase a través de la vagina, debes tener una dilatación de 10 centímetros. Osea que la vagina y el útero deben ofrecer una salida de unos diez centímetros de diámetro. Para hacerse una idea, visualice el típico cenicero de terraza y obtendrá el tamaño. Si puedes parir un bebé puedes parir un cenicero. Aquí la muestra:
Como ya explicara en otra entrada, mi intención era parir sin anestesia no sólo por los beneficios que esta forma comporta sino sobretodo por el miedo que me dan a mí los médicos y el pinchazo de la epidural. Prefería confiar en eso que llaman madre naturaleza.

Como ya expliqué, en Igualada tienen protocolo de parto natural. Personalmente me da mucha rabia que usen el término natural en este caso porque, como en tantos otros temas, no deja de ser un adjetivo con un montón de estereotipos asociados que, por otro lado, no tienen nada que ver conmigo. Todo lo natural parece estar asociado ahora con ser ecológico-vegano-votanteverde-recicladorcompulsivo-bio-etc-etc-etc y me da mucha rabia, ¡leñe! Dices que has tenido un parto natural y acto seguido parece que sobre ti pesa la sospecha de ser vegetariana-pseudohippymística del siglo XXI...¡¡Que no, que no, que no!! Que parir es parir y punto. Si usas epidural pues has parido con anestesia y si no has usado anestesia pues has parido sin anestesia. Dicho así suena tonto pero ¿qué pasa cuando invertimos la situación? Imaginad que al parto con anestesia le llamamos parto medicalizado y al parto sin anestesia parto a secas. ¿No reaccionariamos diferente ante ambas posibilidades?¿Seguiríamos pensando que una tía que pare sin anestesia está mal de la azotea? Ya se me está yendo la pinza pero no exagero nada...

Lo más curioso que me han llegado a decir cuando se han enterado de que parí a lo natural es si lo hice, con un poco de sorna en el tono, a lo Bimba Bosé. A lo que yo pensaba: "¿Y qué coño pasa con Bimba Bosé?" Pues nada pasaba con esta señora más allá de que pariera en su casa de forma natural e hiciera un señor publireportage de la hostia según he podido descubrir ahora mismito...¡Vamos que para nada parí yo a lo Bimba Bosé!

Aquí la señora Bimba que, por cierto, se parece un huevo a Sigourney Weaver. Le quitas el pelazo amarillo, la pones al sol un par de horas y clavaditas oye.



¿Dónde estábamos? ¡Sí, en el parto de Jone! Resumiendo todo el rollazo que os he pegado la cosa quedaría así: noche del viernes con contracciones soportables y llegada al hospital a las 6:01 de la mañana del sábado con poco más de 3 centímetros de dilatación. Las comadronas nos dan el visto bueno. Estamos de parto.


martes, 18 de octubre de 2011

Y para que no se me olvide...


 La Cachorra ya tiene sus dos primeros dientes. ¡Pero qué niña más lista oye!

Chapuzón en el lago.

Ayer fue un día especial porque, después de mucho tiempo, pude salir a correr y completar el circuito que solía hacer por aquí antes de ser mamuchi.
El circuito pasa por la zona de las embajadas (cerca de la ONU), atraviesa varios parques y acaba delante de Bains de Paquis (esa zona de baños apta para macacos en invierno y para focas en verano). El plan era que, mientras yo corría, Marc paseaba a Jone hasta encontrarnos al final del circuito.
La cosa no se me dió desastrosamente mal aunque tuve que pararme a los 27 minutos por culpa de un gemelo a punto de estallar. Después seguí corriendo y llegué a Paquis justo cuando Marc y Jone lo hacían por su lado.
Aún estaba sudando cuando me pegué un baño en el lago. El agua, como diría mi padre, estaba cojonuda (de fría, vamos) pero el chapuzón me puso muy contenta. Decidimos quedarnos en Paquis a cenar y todo estaba muy rico, rico, rico.
Y pensaréis que para qué os cuento ésto. Pues os lo cuento porque hoy no me puedo mover por culpa de unas agujetas del copón...
Aún así espero que, con un poco de entrenamiento patatero, pueda correr l'Escalade de este año y no morir en el intento.

martes, 11 de octubre de 2011

Va de marathones.


Acabo de leer una noticia que me ha dejado de piedra.
Resulta que una mujer ha completado en unas 6 horas el marathon de Chicago estando embarazada de, ojo al dato (con tono de Súper García), nueve meses. ¡Toma ya!
La mujer se puso de parto nada más cruzar la línia de meta y tuvo que salir corriendo de nuevo hacia el hospital más cercano. Ha traído al mundo (como se suele decir) una niña sana como una manzana y todo el mundo está más feliz que una perdiz.
Cuando he leído la noticia me he acordado de los monitores del gimnasio al que iba y de como me daban la brasa con "si estaba bien" y el "¿no te parece ya demasiado? ¡Yo que no hacía nada! Ven a esta mujer por las calles de Chicago a la altura del kilómetro 32 y les da algo...

Para leer la noticia por si "sus pensáis" que digo yo mentiras.

Y aún tengo pendiente lo de mi parto...

lunes, 10 de octubre de 2011

Ais, recuerdo que una vez estuve yo preñada...

¡Sí, sí, sí! Embarazada estuve yo una vez y en realidad no hace tanto que dejé de estarlo. Lo que pasa es que el tiempo vuela y lo hace a unas velocidades de vértigo que ni te cuento...
Nuestra cachorrita, por cierto ya de tres meses y medio, llegó al mundo (como se suele decir) el pasado 25 de Junio. Mira tú por donde, lo hizo sin postearlo en el "feisbuc" y optando, la muy prehistórica, por el parto tradicional mamífero de toda la vida. Y es que del parto, ahora que lo he pasado, pienso hablaros. Pues cuando escribí la última vez (el día del encuentro con el señor Herrera) lo hice desde el más absoluto desconocimiento y ya se sabe que la ignorancia es muy osada y una lentejas sin chorizo no son lentejas. O algo así...

"Despué de lors dolorerssss..."


...como diría el gran Chiquito de la Calzada, hoy por casi enésima vez, he decidido retomar este despropósito de blog.
Muchas cosas han pasado desde mi encuentro con el señor Herrera y algunas hasta son dignas de mención con profusión de detalles. Por si alguien se siente interesado aquí estaré yo para narrarlas. Sólo espero que Jone, nuestra cachorra, me deje hacerlo lo mejor posible.