
Hay un pequeñuelo en la clase de P5 con un comportamiento per-tu-ba-dor.
Como el propio Félix Rodríguez de la Fuente diría, nuestro caso de P5 se muestra como un auténtico niño urrraca.
Agazapado tras los árboles o las papeleras, nuestro niño urraca no desaprovecha cualquier ocasión para hacerse con los tesoros que la oportunidad le brinda. Dichoso de los envoltorios brillantes y las piedrecitas de colores, el niño urraca se arrodillará cada tres metros para llenar sus pequeños bolsillos de toda la basurilla que encuentre. Su capacidad de rastreo es casi infinita y su velocidad inusitada para su corta edad.
De hábitos descocertantes, el niño urraca jamás sigue las normas y le importa un pimiento el juego estúpido que la tonta de la profe haya diseñado para el resto de los alumnos. Él deambulará por el patio hasta ver todos sus deseos de recolector satisfechos.
Intentar retenerle o domesticarlo es prácticamente inútil pues el niño urraca se mueve a velocidad de vértigo y no puede permanecer quieto en un mismo sitio durante más de tres segundos. Su velocidad punta es aún un misterio. Basta perderlo de vista un simple segundo para que deje de estar a tu lado y aparezca a 20 metros de distancia.
El niño urraca acumula pequeños tesoros que sólo otro niño urraca apreciará en la justa medida. Para el resto de mortales (todos ignorantes y estúpidos desconocedores del poder del papel de plata) el niño urraca sólo es un ávido recolector de basura.
Mi pequeño niño urraca me tiene loca y lo peor de todo es que me gusta...
Como el propio Félix Rodríguez de la Fuente diría, nuestro caso de P5 se muestra como un auténtico niño urrraca.
Agazapado tras los árboles o las papeleras, nuestro niño urraca no desaprovecha cualquier ocasión para hacerse con los tesoros que la oportunidad le brinda. Dichoso de los envoltorios brillantes y las piedrecitas de colores, el niño urraca se arrodillará cada tres metros para llenar sus pequeños bolsillos de toda la basurilla que encuentre. Su capacidad de rastreo es casi infinita y su velocidad inusitada para su corta edad.
De hábitos descocertantes, el niño urraca jamás sigue las normas y le importa un pimiento el juego estúpido que la tonta de la profe haya diseñado para el resto de los alumnos. Él deambulará por el patio hasta ver todos sus deseos de recolector satisfechos.
Intentar retenerle o domesticarlo es prácticamente inútil pues el niño urraca se mueve a velocidad de vértigo y no puede permanecer quieto en un mismo sitio durante más de tres segundos. Su velocidad punta es aún un misterio. Basta perderlo de vista un simple segundo para que deje de estar a tu lado y aparezca a 20 metros de distancia.
El niño urraca acumula pequeños tesoros que sólo otro niño urraca apreciará en la justa medida. Para el resto de mortales (todos ignorantes y estúpidos desconocedores del poder del papel de plata) el niño urraca sólo es un ávido recolector de basura.
Mi pequeño niño urraca me tiene loca y lo peor de todo es que me gusta...
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