sábado, 19 de octubre de 2013
viernes, 18 de octubre de 2013
Un chico de Irún
Es muy curioso ver cómo funcionan nuestros recuerdos. A menudo, éstos nos visitan de la forma más inesperada y uno no puede dejar de preguntarse por qué en determinadas ocasiones uno recuerda unas cosas y no otras. Me refiero sobre todo a esos recuerdos que, tras mucho tiempo, parecían simplemente borrados de la memoria pero que, un día, sin saber por qué, nuestra memoria nos los ofrece cual sorpresa para, precisamente, demostrarnos que nunca fueron olvidados en realidad.
Mientras estuve en el hospital recordé muchas cosas que, erroneamente, creía simplemente haber olvidado. Era de noche y la habitación, con la luz apagada, estaba inundada por esa luz azul nocturna que permite en la oscuridad ver todos los detalles que te rodean. Me costó conciliar el sueño y eché de menos poder seguir leyendo hasta que el cansancio me sedara. No lo hice porque no quería molestar con la luz encendida a mi compañera de habitación aunque más tarde comprobaría que mi compañera, entonces desconocida, seguramente no se habría molestado lo más mínimo por algo así.
Daba vueltas en mi cama de hospital y no podía dejar de focalizarme en los pequeños detalles que la luz azul nocturna permite ver. Me fijaba en los detalles del techo. En el mando de la cama de hospital y en la cantidad de botones que éstos tienen. Miraba el pulsador de emergencias y el pequeño icono amarillo que pretendía representar a una enfermera. Miraba la cama de mi compañera de habitación. Podía seguir su respiración rítmica a través del movimiento de sus sábanas. Me daba la vuelta y me encontraba con mis manos perfectamente recortadas sobre mi cama. Así estuve un buen rato y, no sé por qué, muchos recuerdos volvieron a visitarme.
Recordé entonces algo que pasó cuando yo tenía unos 17 años. Por aquel entonces yo era una pésima estudiante de secundaria. Un desastre de esos que parecen tener poco arreglo y aquel año, nuevamente, mi curso parecía condenado al fracaso. Supongo que, precisamente por ese fracaso anunciado, lo que recordé pudo pasar. Con mis, creo yo 17 años, y en vistas de no levantar el vuelo, una mañana, creo que de abril, me levanté y, en lugar de ir al instituto, me fui a Barcelona. El día antes había visto en el periódico un anuncio donde una empresa buscaba personal comercial. Decían que no se requería experiencia y, al fin y al cabo, en el instituto tenía poco que hacer. En mi bolsillo debía tener unas 500 pesetas pero eso era suficiente para ir y volver. Quizá hasta me sobrarían veinte duros. El lugar de la entrevista, me acordaré siempre, estaba en la calle Méjico y eso lo recordaré porque la calle Méjico está muy cerca de Plaza España y muy cerca de Plaza España está el Estadio de Atletismo Joan Serrahima. Mi pista de entrenamiento durante casi toda mi vida como atleta.
Me planté en la dirección donde se harían las entrevistas puntualmente y allí me dieron un formulario a rellenar. A mi alrededor sólo había hombres de mediana edad. Empecé a rellenar el formulario y tras pocos segundos me di cuenta de que nada de lo que estaba haciendo allí tenía sentido. No podía escribir nada más allá de mi nombre y de la dirección donde vivía con mis padres y hermanos. Sin embargo, ya que estaba, me quedé y esperé a que me hicieran la entrevista.
El tipo que me entrevistó fue muy agradable y sospecho que yo debía tener los 17 porque entonces sí podías trabajar con esa edad aunque era muy, muy joven. Charlamos un rato y, cosas de la vida, en la empresa trabajaba una chica que hacía atletismo como yo pero que me caía (nos caíamos) fatal. El hecho de que hiciera atletismo era de lo poco que podía decir que hacía un poco al derecho aunque para aquel tipo no tuviera la más mínina relevancia. La entrevista se acabó y, claro, nunca me volvieron a llamar.
Cuando salí del edificio el sol brillaba aunque aún hacía fresco. A medida que me alejaba del lugar me sentía mejor y, pese a la desorientación que siempre me acompañaba entonces, me sentí con esperanzas. Con una determinación desconocida para mí hasta ese momento.
Llegué a la estación de metro de Plaza de España y mientras bajaba sus escaleras pude oir que alguien tocaba una guitarra. Lo hacía bastante mal, por cierto. Tras pocos metros descubrí que el guitarrista era un chaval, más o menos de mi edad. Estaba sentado en el pasillo mientras un amigo, de pie, iba pidiendo dinero. Edad similar. El chico que pedía se me acercó con una boina pero yo le dije, literalmente, que no tenía un puto duro y que tenía que volver a casa. Él me dijo que era de Irún, que tampoco tenía un puto duro pero que para estar allí pasando frío, mejor se venía aquí con su amigo a tocar la guitarra. El chico de Irún era uno de esos vascos huesudos de boca pequeña y dientes mal puestos pero, cosas de la vida, atractivo. Charlamos un rato y, no sé por qué, al despedirnos, nos dimos un beso. Así sin más. Su colega seguía tocando igual de mal la guitarra y nosotros nos separamos. Él se quedó allí, en el pasillo, y yo me fui a coger el metro. No sé si al final hasta les di los 20 duros esos que me sobraban.
Estaba en el hospital y me acordaba del chaval de Irún. Me preguntaba si había tenido algo de suerte y si, quien sabe, ahora mismo se encontraba de nuevo en Irún sin necesidad de un colega que toque tan mal la guitarra para ganar cuatro cuartos. Me preguntaba si tenía hijos. Si también se había hecho maestro. Si quizá se acuerda, de tanto en tanto, de una tía que conoció en el metro y que parecía tan jodida como él por aquel entonces. Una desconocida a la que dió un beso y deseó buena suerte.
No sé por qué me acordé de todo ésto esa noche. Son cosas extrañas, supongo. Pero son bonitas también. Son la vida.
miércoles, 16 de octubre de 2013
Motivación. Videos para correr y para todo lo demás (Vol.8)
Hoy presentamos: "El fino arte de abrir puertas, ventanas y todo lo que se ponga por delante"
Hace unos días mi madre me hizo reir dándome un consejo de esos que valen un imperio:
"Mira nena, mañana será otro día y si se cierra una puerta, se abre la ventana. Y si la ventana no se abre...¡Coges carrerilla y le pegas una patada a la puerta!"
Ama.
Nunca he visto a mi madre, que es de Bilbao, practicando artes marciales contra las puertas pero su consejo sigue siendo de lo más universal. Muchas gracias, ama. Procuraré seguirlo a pies juntillas.
Y aquí una muestra variada de cómo abrir lo que haga falta en caso de necesidad. Muestras más o menos elegantes y, para qué negarlo, más o menos exitosas. Lo importante, en cualquier caso, es el espíritu. Que no decaiga.
sábado, 12 de octubre de 2013
El día de ayer
El día de ayer fue de los duros. No sabía muy bien si debía o no explicar aquí lo sucedido pero, dado que escribir me relaja y que decidí iniciar este blog para escribir, creo que eso es lo que voy a hacer. Escribir y con ello, también, sentirme mejor.
Mi blog es público desde hace no mucho y decidí que así lo fuera, simplemente, porque para mis amigos y parientes era más fácil poder visitarlo. Sospecho que, pese al cambio, la afluencia de público sigue siendo la misma y no creo que eso vaya a cambiar así que, pese a lo público del asunto, me sigo sintiendo en intimidad.
Por otro lado, si se diera el caso de que alguien que no me conoce, por azar, acabara leyendo ésto creo que no sería nada grave. Lo más probable es que, simplemente, no encontrara nada de lo que digo interesante y pasara a otra cosa. Lo más improbable es que dicho desconocido decidiera seguir leyendo y se entretuviera con mis historias. Lo más bonito sería que, si eso pasara, lo que quiero explicar ahora pudiera serle de ayuda si es que se siente cercano al asunto.
Dicho ésto, empezaré por el principio.
Ayer tuvimos nuestra segunda visita ginecológica y, desgraciadamente, nos llevamos una gran desilusión. El corazón del bebé se había detenido y parecía haberlo hecho hacía ya una semana. Aunque el embrión, ya sin vida, seguía en mi útero nuestro embarazo se había truncado. Puesto que tuve algunas pérdidas, el ginecólogo me administró progesterona para remediarlas y quizá ésto, sumado a mis ganas, explica que mi cuerpo no se deshiciera del embarazo de manera natural. Dadas las circunstancias, y más allá del golpe que supuso enfrentarse a la realidad, tuve que someterme a un aborto de urgencia. El día que esperábamos con tantas ganas acabó en el hospital y conmigo pasando mi primera noche de ingreso hospitalario desde que pariese a mi hija.
La primera de nuestras visitas, de hecho, tuvo lugar hace dos semanas y ahí confirmamos que ciertamente estaba embarazada y que el embrión estaba bien. Su corazón latía y todo parecía normal. Tenía algunas pérdidas pero, tras oir el latido, no parecían graves. Yo me encontraba bien y todo parecía indicar que, en esta ocasión, el embarazo iba a continuar. Eso era algo muy importante porque, tan sólo unos meses antes, tuve otro aborto pero en ese caso fue de forma natural y no llegué a hacer ni la primera visita ginecológica. Cuando tuve ese aborto fue en urgencias donde hice mi primera ecografía para confirmar que, desgraciadamente, mi útero ya estaba vacío. Había tenido lo que se conoce como aborto espontaneo. Un aborto natural que normalmente se produce entre la sexta y la octava semana debido, principalmente, a problemas cromosómicos del embrión. En otras palabras, el aborto se produce porque el embrión tiene algún defecto genético que lo hace inviable para la vida. Sorprendentemente, descubrí entonces que este fenómeno pasa más a menudo de lo que pensaríamos y entonces, pese a la desilusión, asumí que la estadística me estaba simplemente ajustando al canon. Fue difícil pero creimos que en la siguiente ocasión todo resultaría mejor.
La segunda ocasión se presentó hace nueve semanas pero desgraciadamente tampoco ha surtido. Tengo muchas preguntas y necesidad de respuestas. No sé si la estadística (tan fría e impersonal) está volviendo a ajustarme al más doloroso de sus cánones. Quizá mis dos abortos seguidos han sido simplemente fruto del azar y yo represento a ese escaso porcentaje de mujeres que lo sufren estando perfectamente sanas y sin problemas para procrear. Algo me dice que eso es, estadísticamente, posible. Pero algo me dice también que lo más probable es que, quizá, algo esté pasando y no lo sepamos todavía. Pero en realidad no sé nada de todo eso.
De momento lo único que sé es que hoy parece un día mejor que ayer. No siento dolores aunque me siento cansada. Supongo que es simplemente normal y que mañana, seguro, el día será mejor que hoy. Y el siguiente, mejor que mañana. En eso estamos ahora. En eso seguiremos mañana.
Con la decepción del primer aborto intentamos mantener en secreto, por así decirlo, esta nueva oportunidad. No queríamos tener que dar malas noticias a nadie. Ahora pienso que no compartir ciertas cosas es también un error. Me encantaría poder charlar con la gente que quiero para decirles que lamento que quizá sepan de todo ésto en este momento. No pretendía que esto sucediera así. Deseaba mucho poder anunciaros que estaba embarazada y que todo iba bien. Pensaba que eso sucedería en tan solo un par de semanas. Ahora pienso que quizá también fue un error no decir que me encontraba en esta situación. Por todo ésto he decidido escribir aquí sobre lo que ha pasado. Siempre intento explicar aquí cosas que me pasan y hacerlo con humor porque, a mí, no me sale de otra manera. Espero poder hacer eso también pero esto que ha pasado es importante y no sé si ocultarlo me ayuda demasiado.
Cuando hice mi test de embarazo reinicié mi proyecto de hacer una foto cada día durante un año. Era algo que me prometí, precisamente, cuando tuve mi anterior aborto. Lo reinicié hace un par de semanas copiando a mi querido Edu en el formato y de forma secreta. Quería, y puede sonar estúpido, publicarlo y ofrecéroslo junto a la sorpresa de que esta vez, esta vez sí, estaba embarazada y este año que venía iba a ser el año de mi segundo embarazo. Era algo que me hacía ilusión y que me ayudaba de algún modo.
Ayer con una pena enorme me pregunté también si debía continuar con ese proyecto. Ahora parecía absurdo y totalmente distinto a lo esperado. Ayer lloré mucho pero cuando iba al hospital cogí la cámara y le dije a Marc que sí iba a seguir haciendo la foto del día. Él me dijo que le parecía lo mejor que podía hacer. Pensé que, contrariamente a lo que pudiera parecer, el sentido de aquella promesa que me hice tenía ahora más sentido. Espero seguir con ello y espero que, en este año que tenemos por delante, vuelva a estar embarazada. Que vuelva a estarlo y que, esta vez sí, pueda tener el bebé que queremos tener. Será bonito que sea posible y que, algún día, todas esas imágenes puedan ser un regalo para nosotros. Un resumen en imágenes de un año que fue duro pero que acabó de la mejor manera que uno pueda soñar. Y tengo miedo pero prefiero decirlo. Por lo menos me deshago del miedo a decir que tengo miedo. Sólo por eso ya vale la pena.
Un beso muy grande. Os quiero mucho.
jueves, 10 de octubre de 2013
Motivación. Videos para correr y para todo lo demás (Vol.7)
Hoy presentamos: "Cuando sea mayor quiero ser como..."
Modo de empleo: Substituya el alien por cualquier ser humano que le esté jodiendo la vida o por cualquier ser humano que merezca esa manta de palos. Substituya el homorobot por una excavadora de quinta mano. Eso será lo más parecido y que, tras mucho ahorro, podrá usted comprar una vez se haya hecho mayor. Comience a ahorrar desde YA. Disponga una hucha en su casa con la palabra RIPLEY bien visible. Si su pareja o X le interroga, diga que es para algo importante. No dé más detalles.
Modo de empleo: Substituya el negratas por cualquier ser humano que le suelte una fresca. Póngase en la piel de la venerable anciana. Visualice ese poder para cuando cumpla los setenta. Ese porte. Ese plas, plas, plas...
Modo de empleo: ¿No me diga que no ha visto usted esta película? Lo que yo daría por ser como Harry Brown no lo sabe nadie. Lo malo es que yo no he sido marine y mis habilidades darían sólo para hacer copiar 10000 veces "No haré más el hijoputa" a los malnacidos que ajusticie. Sospecho que una pistola y una mano bien abierta repartiendo galletas es un método mucho más efectivo en estos casos.
Modo de empleo: Qué grande sería ser como Miyagi San y tener ese poder, ¿verdad? ¡No renuncie a ello! Busque una academia de kung fu. No intente hacer en casa el numerito de las botellas. Se dejará las manos hechas unos Cristos y encima tendrá que recogerlo todo haciendo malabares. Busque la academia, hágame caso.
Modo de empleo: Visualice y aprenda la moraleja. Si usted es fumador le viene niquelado. Si no es el caso, no se preocupe. ¿Que a usted le gusta montar en bici? Pues que lo monten en una bici, que le peguen los pies con velcros a los pedales y a seguir rodando. ¿Que a usted le gusta bailar? ¿O coger setas? ¿O hacer punto de cruz? Contacte con la Fura del Baus. Seguro que esta gente encuentra la manera de solucionarlo.
miércoles, 9 de octubre de 2013
El retorno del Ooh la la...
Efectivamente, el Ooh la la ha regresado a mi vida. Ayer mismo empecé un nuevo curso de francés en la misma escuela donde el milagró se obró y conseguí el nivel B2. Increible pero cierto.
En esta ocasión sigo tentando la gracia divina y me he apuntado al nivel C1. Por el momento no me planteo hacer el examen de este nivel pero ya veremos. De momento ahí ha empezado la cosa y la gran diferencia a destacar es que la profesora no es la mujer encantadora del año pasado. La mujer de este año, de nombre Beatrice, parece más seria pero, claro está, igual es otra cachonda y sólo es cuestión de tiempo descubrirlo.
Resumiendo mucho: Ooh la laaaaaaaaaa, el maldito francés ha vuelto!!!
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"Si esta loca sigue adelante con este asunto, emigro. ¡Lo juro!" |
lunes, 7 de octubre de 2013
Vade retro Pantoja!
Debido al parón vacacional en las Grecias, el retorno a la guardería de La Cachorra está siendo un pequeño via crucis. Ahora, después de una semana y pico, parece que la cosa va remitiendo. Remitiendo muy poco a poco, pero remitiendo.
Lo peor no es que la pobre criatura empiece a gimotear cuando ve la puerta del recinto o que se me agarre al cuello cual posesa al borde del ataque de nervios. Lo peor es la Pantoja infernal que, ante los lagrimones de mi hija, intenta poseerme. Esa Pantoja que quiere coger a mi niña en volandas y huir con ella al grito de : "Suh muerto tóos! Mi niña hoy no se queda aquí!"
Aunque la Pantoja tiene poderes y métodos de persuasión insospechados, estoy aguantando el tipo. Y lo aguanto pese al dolor de craneo que siempre provoca el emerger de una peineta de palmo sobre mi coronilla. Ésto, lo juro, no es tan fácil como parece...
Cada mañana dejo a La Cachorra en su clase y salgo por la puerta escuchando sus gritos. Tener que lidiar con ella así y con la maldita Pantoja me deja muy mal cuerpo pero siempre me digo que va a superarlo y que, además, tiene que hacerlo. Sólo espero que, por favor, eso suceda más pronto que tarde...
viernes, 4 de octubre de 2013
jueves, 3 de octubre de 2013
El coñazo de comprar un coche nuevo (Vol.2)
Después de visitar el universo Skoda y Mazda de la mano de Máximo Pradera, nuestro viaje a lo desconocido prosigue. La siguiente de nuestras paradas es la galaxia BMW. Nuestro nuevo guía intergaláctico nos espera.
Efectivamente, nos encontramos en el universo BMW. Como ya dijera en el Vol.1, aquí no hay rincón infantil y sí, en cambio, un rincón de lo más achilipú donde sirven cafés Nespresso. Imagino que los cafeles serán gratuitos pero este es un detalle que desconozco. Yo me lo imagino porque, con la pasta que cuestan los BMW, bien podrían invitarte a un café y, de paso, hasta regalarte un par de cafeteras. Digo yo...
Cuando entramos al concesionario lo hacemos con Jone despierta y con la elegancia que nos caracteriza. Preguntamos si podemos ver las voitures y ahí que aparece nuestro vendedor. No tiene nada que ver con Máximo Pradera. Es un tipo clavado a Kojak.
El tipo está bien entrado en la cincuentena pero, la verdad, está en buena forma. Por no tener, no tiene ni barriga y parece de esos hombres que se cuidan. De esos que sí usan cremas y que también se hacen la manicura.
La camisa que lleva es blanca pero sin bolsillo. Debido a este detalle no sé si fuma y si, en tal caso, también le pega al Marlboro pero os puedo decir que la camisa que lleva está planchada y reluciente. La camisa que lleva es de las güenas. Efectivamente, aunque yo soy una cutre a la que estos detalles se la soplan (y a mucha honra) no soy ciega. Que sepáis que sé reconocer la elegancia cuando la veo.
Prosigo.
Tras apretón de manos reglamentario, Kojak nos somete al mismo (y extraño) interrogatorio. Que qué coche queremos, que cuánta potencia deseamos, que cuánto viajamos al año, que cuánto nos gusta conducir. Nosotros le decimos que queremos un coche familiar. Nuestra respuesta comodín.
El tipo nos pide que le sigamos y ahí que vamos. Nos conduce a un coche que es muy bonito pero que no tiene ni cinco puertas. Se trata de un modelo deportivo y yo me pregunto si nuestra respuesta comodín no es, en realidad, poco precisa.
El coche se trata de un nosécuantos de la Gama 1. Nosotros de coches no sabemos un pimiento y así se lo transmitimos a Kojak quien, encantado, nos explica las maravillas de la Gama 1. Tras un buen rollete, y en castellano, la Gama 1 viene a ser la gama más económica (¡que no barata!) de BMW. Bueno, bueno, bueno. En buena hora se me ocurrió transmitirle tal cual lo que había yo entendido de su explicación. El hombre nos puntualiza que, si bien la Gama 1 tiene un precio más accesible, la calidad sigue siendo BMW. Y tal puntualización nos la hace con el dedo índice levantado. Me dieron ganas de decirle: "Que sí Kojak, pero siguen saliendo más baratos ¿verdad?". Pero me reprimí y ahí que fuimos a ver otro modelo.
Nos vamos hasta un coche, esta vez sí, familiar. Nos saltamos la Gama 2 y subimos directamente a la Gama 3. Nos es que nos quieran timar (de momento). La Gama 2, por lo visto, no existe pero ese fue un misterio que no quise esclarecer con Kojak.
El coche es el modelo Touring. A mí me suena a Tuning pero este coche ni tiene llantas macarras ni alerones horteras para poner cubatas a medianoche. ¡Qué va! Se trata de un coche con un maletero para ocultar 12 cadáveres sin necesidad de corte. Con un interior cuidado en todos los detalles.
Kojak sigue hablando del maletero mientras, de soslayo, echo una mirada a un cartelito y descubro el precio del vehículo. El Tuning, como era de esperar, vale una pasta inhumana.
Dejamos el Tuning y vamos más allá en la galaxia BMW. Pasamos de la Gama 4 y nos vamos a la 5. Que por ahí te la...Bueno, supuestamente tenemos que llamar coche a eso que vimos y no barca con ruedas. El coche, por cierto, es también familiar y el maletero bien podría albergar la Cosa Nostra ejecutada al completo. Viene a costar 100000 CHF. Kojak nos pregunta por nuestra opinión y le decimos que este coche nos viene grande a todos los niveles. Se lo decimos educadamente aunque lo que me habría gustado decirle es que ni harta vino pagaría esa pasta por un coche. "¿Vale, Kojak?"
Kojak sigue haciendo su trabajo y dejamos a un lado la barca con ruedas para pasar, directamente, al modelo Tanque. Por lo visto se trata de un modelo nosécuantos de la Gama X. De verdad que no entiendo la lógica de las gamas de esta gente. En fin.
El Tanque-X es uno de esos coches enormes que, para rematar el asunto, son 4x4. De esos que, desgraciadamente, no circulan exclusivamente por el desierto australiano sino por tu ciudad. De esos que siempre ocupan dos plazas de parquing a falta se espacio donde meterlos y que en consecuencia siempre te joden tu posible aparcamiento en el centro de tu ciudad en hora punta. De esos coches estoy hablando, sí.
Kojak, cómo no, nos muestra el maletero del Tanque aunque nosotros ya ni le prestamos casi atención. Amablemente le decimos que no estamos interesados en algo así. Obviamente no queremos tener que recurrir a prostituirnos para pagar su precio pero, claro está, ahorramos esta explicación al buen hombre.
Nuestro hombre se interesa nuevamente por nuestra opinión y, en esta ocasión, no puedo reprimirme y le digo, educadamente, que estos vehículos no me gustan. Kojak parece perder, casi imperceptiblemente, su sonrisa de vendedor y, matado por la curiosidad, me pregunta el porqué. ¿Tendría Kojak uno igualito? En mi tono más educado le digo que "personalmente considero que son demasiado
grandes y que, quizá más por culpa de sus conductores que no del
vehículo en sí, son un tanto invasivos". Habría sido muy grande decirle que estos coches tanques me parecen una mierda y que más les valdría a sus dueños gastar la pasta que cuestan en una buena prótesis de pene si es que eso es, en realidad, lo que necesitan. Pero claro, el control-z no se ha inventado para la vida real y me conformo con la primera respuesta. Descafeinada, supuestamente elegante pero absolutamente falsa.
Viendo que el Tuning se acerca más a lo que buscamos (ejem) ahí que abandonamos la exposición de estrellas de la galaxia BMW y seguimos a Kojak hasta su mesa. Una vez allí, informamos al buen hombre que Mi Hombre trabaja en el CERN y que había llegado a nuestros oidos que BMW tiene condiciones especiales para los cernícolas. Bueno, de hecho, por eso mismo nos dejamos caer por allí...
Kojak, tras permanecer en silencio unos segundos, se levanta de su silla y desaparece. Al cabo de un minuto aparece con otro tipo. Se trata del especialista en operaciones con personal diplomático. Un tipo más joven que, tras apretón de manos reglamentario, nos invita a seguirle hasta su despacho.
Continuará...
miércoles, 2 de octubre de 2013
A lo Attenborough
Esta mañana, tras dejar a La Cachorra en la guarderia, me he echado al campo con la intención de dar un paseo y sacar unas fotangas.
Decido ir a buen ritmo y me tomo además la libertad de atravesar los campos de cultivo de las buenas gentes de mi pueblo. Como estoy en las Francias y no en el estado americano de Missouri, no tengo miedo a que ningún propietario tome represalias aprovechando que además pertenece a la Asociación Nacional del Rifle y ahí que prosigo con mi allanamiento campestre.
En un momento dado, a lo lejos, diviso una manada de vacas plácidamente acostada sobre la hierba. El cielo es plomizo y la hierba presenta un color verde brillante espectacular que, contrastado con el blanco de las vacas, invita a acercarme al grupo. El David Attenborough que llevo dentro me dice que me acerque. "Asérquese Sra. Pradous, la photo va a quedar cojhoniuda!". Mi David Attenborough me habla en español pero con un acento terrible...
Arriesgando mi vida, decido sortear el cercado eléctrico de ganado. La vida no la pierdo pero me llevo una minieletrocución en el muslo que, inevitablemente, hace que me cague en la madre que parió a Panete. Pero yo ahí sigo. Mi ganado vacuno me espera y el verde de la hierba sigue igual de verde.
Encontrándome a unos cuantos metros de mi objetivo algo catastrófico sucede. Las vacas me han descubierto. Yo me paro. Ellas me miran. Yo sigo parada. Las vacas se miran y, una tras otra, deciden levantarse y alejarse, más si cabe, de un ser humano tan extraño y con un objeto en las manos de dudosa utilidad. A tomar por el saco la manada de vacas durmiente....
El mejor documento del encuentro ha quedado tal que así. Obsérvese la tensión latente del grupo.
Decido abandonar el allanamiento de ese campo y vuelvo a sortear la valla eléctria, esta vez, con mejor suerte.
Recupero un camino vecinal y allí descubro que mis zapatos han quedado así de bonitos...
Ciertamente la vida del David Attenborough aficcionado está llena de obstáculos. Y de barro...
"Sra. Begounhia, esse percanse con el barrou no es nada. Aquí mi amigou me está dejando la jacket como unos sorrous!"
martes, 1 de octubre de 2013
Motivación. Videos para correr y para todo lo demás (Vol.5)
Hoy presentamos: "Ganar en la derrota"
Y el ejemplo definitivo...
El coñazo de comprar un coche nuevo (Vol.1)
Señoras y señores, empieza nuestra búsqueda de vehículo.
Habiendo pagado los tratamientos paliativos de Skodi (ruego me perdone) decidimos, ya que estábamos, echar un vistazo a los Skoda.
En Skoda tenían sofás y zona de juegos para niños. Detalle que, en relación al coche a comprar, importa un pito pero que con La Cachorra dormida fue providencial. La Cachorra se pasó la siesta en el sofá y nosotros pudimos mirar los coches y charlar con el vendedor tranquilamente.
El vendedor de Skoda era un tío majete y clavadito a Máximo Pradera. Observo que es fumador porque su camisa blanca tiene un bolsillo y en éste se adivina una cajetilla de tabaco. Fuma Marlboro.
Más allá de este parecido sin importancia, el tío tiene la bondad de darnos consejos dignos de alguien que quiere arruinar el concesionario donde trabaja. Nos dice que no compremos el coche en Suiza y que nos vayamos a Francia. Nos dice que él mismo es frontalier (francés residente en las Francias pero que curra en las Suizas) y que nos vayamos a Annemasse (Francia) porque allí están todos los concesionarios. El tío, por otro lado, no nos dice nada que no sepamos pero nos sorprende que nos lo diga tal cual. Yo hasta en broma le digo si realmente trabaja ahí o si es un actor. El tipo se ríe y me dice que prefiere ser legal y decir las cosas como son.¡Olé!
Miramos los coches y ahí confirmamos que nosotros, de coches, ni pajolera idea...
Máximo Pradera nos plantea dilemas de diversa envergadura tales como nuestro consumo anual de kilómetros, nuestro tipo de conducción o si preferimos cuero o pata de gallo en los asientos. Bueno, la pata de gallo no nos la ofrece (que ya está muy viejuna) pero nos plantea dilemas estéticos similares. Todo muy difícil de responder.
Con cara de boniato, le decimos al buen hombre que queremos un coche familiar. El tipo nos conduce hasta un coche. Abre el maletero y descubro que un maletero de coche puede ser incluso más grande que nuestro antiguo estudio ginebrino. Se trata del Octavia Combi. Muy bonito.
El tipo nos sigue planteando dilemas estéticos a lo que Mi Hombre le responde, lo que sería en castellano raso, que todo lo relativo a las estética automovilística se la sopla y que quiere saber qué le va a costar la broma. El hombre nos habla en aproximaciones y nos acompaña a la sección Mazda que también está allí.
Los Mazda son muy bonitos (también) pero lo mejor que tienen es que cada modelo tiene tres acabados. El básico, el medio y el chachi pilongui. Y punto pelota. Lo malo es que, si bien comprar un Mazda te ahorra decisiones tan duras como decidirte por la piel de vaca o el ante azul corinto en los asientos, estos coches valen una mortaja. Son mu caaaaaro, que diría un señor sensato de pueblo.
Tras despedirnos entre risas con Máximo, abandonamos el universo Skoda-Mazda y, como nos viene de camino, nos vamos a BMW.
El universo BMW parece regirse por leyes distintas. Entramos en la tienda y lo hacemos con La Cachorra ya despierta. En este universo no hay sofás ni, mucho menos, zona infantil. Está claro. La elegancia de un BMW de gama alta quedaría arruinada junto una caja de IKEA (de esas baratas) llena de juguetes usados y un kit de mesa y sillas infantiles de IKEA (de los baratos también). En fin...
Preguntamos si podemos ver las voitures y ahí que aparece nuestro vendedor.
Continuará...
Skodi, viejo amigo
Como vamos a estar 5 añitos por aquí, hemos decidido dejar de ser unos ilegales y afrancesar la matrícula de Skodi. Para tal acometido llevamos el coche a reparar con la idea de ponerlo a punto para pasar todos los controles que dicho afrancesamiento requieren.
Ayer dejamos a Skodi a las 7 de la mañana en el concesionario Skoda y a las 12:30 recibiamos una llamada de dicho concesionario informándonos del estado del coche. Básicamente nos dijeron que nuestro Skodi, fiel y leal compañero de batallitas on the road, está hecho una ruina. Nosotros pensábamos que había que reparar una ventana (que ni sube ni baja), el ventilador (que sólo funciona a máxima potencia) y el maletero (que ya no se abre desde fuera). ¡Pues no! Resulta que el coche tiene, además, el embrague a punto de perder las bragas y el parachoques de delante a punto de dejarte en bragas en cualquier momento. Conclusión: el bueno de Skodi está en las últimas.
Ante la eventual defunción definitiva, ayer decidimos dar a Skodi un tratamiento paliativo y, cual ministro español de sanidad, tratar al paciente invirtiendo lo mínimo. Skodi, amigo mío, ruego me perdones algún día por este trato miserable. En fin.
La cosa es que ayer se precipitó en nuestras vidas una de esas tareas coñazo que teníamos reservadas para un futuro: comprar un coche nuevo. Ayer, porque sí, ha empezado nuestro periplo por ese universo llamado automoción y por esos lugares llamados concesionarios. El coñazo, amigos, ya está aquí.
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