jueves, 26 de abril de 2012

Cositas que pasan en los parques.


El paseo de hoy nos ha llevado hasta un nuevo parque ginebrino. El sitio no me era del todo desconocido porque es un parque que queda a un lado de una de las calles por las que paso cuando corro el circuito que yo llamo "de las embajadas". Bueno, lo de decir que corro el circuito es un decir porque últimamente no corro mucho que digamos pero el caso es que el parque en cuestión está por allí y hoy he decidido visitarlo. 
La verdad que me resulta muy curioso comprobar hasta qué punto desperdiciamos las cosas que tenemos cerca sólo por el hecho de dejarnos llevar por eso que llamamos costumbres. A veces te das cuenta de que reprendes los mismos caminos y calles para ir de un sitio a otro y que en realidad nada ni nadie te empuja a ello. ¿Será que somos ciertamente animales de costumbres? Supongo que algo hay de cierto en todo eso.

Este parque, como muchos otros en la ciudad, contiene una escuela de primaria y además tiene una extensión de césped enorme. Los parterres de flores están de ultimísima novedad con el florecimiento de los tulipanes y éstos salpican todo el lugar. 

He llegado con Jone hasta unos bancos situados estratégicamente orientados al Salève. Me he sentado en un de ellos. A mi derecha, en otro banco, una mujer morena de unos cuarenta jugueteaba con su caniche con un pequeño peluche. A mi izquierda, un chaval majete de unos veinte se comía un bocadillo del coop. Tenía la bicicleta a un lado.

Hoy no ha sido un día soleado pero con las últimas lluvias el cielo estaba brillante. O eso he pensado yo al descubrir claramente el Montblanc a lo lejos, a la izquierda del Salève. Me he quedado mirando el horizonte con la sensación de que todo lo que tenía alrededor encajaba perfectamente. El Salève a lo lejos, el Montblanc, la mujer del caniche, el caniche dando saltitos y mordisqueando su peluche, el chaval del bocadillo, su bici tirada a un lado, los tulipanes, un señor de unos sesenta montando en bici y diciendo "Bonjour!", una chica asiática con un bebé occidental, un abuelete con su caminador, una nena de poco más de un año con otro caminador, unos cuervos peleándose en vuelo, el caniche de la señora de antes desahogándose con el peluche de su ama, el chaval del bocadillo desapareciendo elegantemente con su bici y Jone mirándo todo en silencio. Me he sentido como cuando, de manera un tanto absurda, crees haber descubierto un pequeño tesoro.  

Mañana, si el tiempo nos lo permite, volveré. Y lo haré con la cámara para hacer unas cuantas fotos. ¡Palabrita del niño Jesús!

miércoles, 25 de abril de 2012

¡Y ya van diez meses!

¡Ésto va que vuela! Hoy Jone ha cumplido diez meses. ¡¡Felicidades mi niña!!

Aquí "a lo recatado":


Y aquí "a lo cabrero":

¡Yeeeeeepaaaaaaaaaaaaahhh!

Seguimos buscando...

Esta tarde he visitado un nuevo piso de alquiler. He ido con Jone metida en su macuto porque esto de las visitas de pisos con cochecito es tarea complicada. A veces he coincidido en el piso a visitar con varias docenas de personas por lo que es mejor dejar aparcado el cochecito en casa.

Este piso estaba en el barrio de Eaux-Vives y, aunque nos queda un pelín lejos, he ido a visitarlo porque lo primero que ves al salir del portal es el jet d'eau. No sé si parecerá una chorrada pero para mí tiene su gracia vivir al lado del jet d'eau. En fin, allí que nos hemos ido.

Al llegar al portal, además del jet d'eau, me he encontrado con la carretada de aspirantes a inquilino de siempre. El piso era una planta baja. El portal estaba lleno de gente y a mi lado a ido a parar un tipo bien vestido, con abrigo azul oscuro largo y aspecto de ejecutivo. Ha saludado a Jone con un "cou-cou!" y le ha dicho algo así como: "te lo van a dar a ti...te lo darán a ti por ser un bebé...cou-cou!" Yo he sonreido cordialmente y el tipo ha vuelto a decir, en esta ocasión dirigiéndose a mí, que el piso era nuestro. Yo le he vuelto a sonreir pero, en inglés, le he dicho que de ser eso así de claro no estaría aún buscando piso. El tipo me ha hecho una mueca de difícil definición. Entramos en el piso y nos separamos por un momento. El piso muy mono. Llego hasta la cocina y el ejecutivo reaparece para decirme alzando los brazos: "¡Éste piso es suyo!¡Se lo van a dar a usted!" Empiezo a sentirme un poco absurda y le explico al buen hombre que eso de los bebés son leyendas urbanas y que ya he visitado veinte pisos. El tipo me mira afilando los ojos y me dice que él lleva 24 meses buscando apartamento. Yo, la verdad, me quedo de pasta de boniato. Comenzamos a charlar e iniciamos la típica conversación entre aspirantes a inquilino: "que si Ginebra es una locura, que hay que ver como está el tema de los pisos, bla, bla, bla..." El tipo no deja de mostrar un semblante de enfado. Le digo que no estoy muy segura de que tener un bebé sea garantía de nada. Él sostiene que sí. Le pregunto si tiene hijos. Me mira fijamente y me dice: "¿Yo?¡Estoy divorciado!". Deduzco que sí que los tiene, los hijos. Me explica que vive en un 3 piezas (en cristiano, significa que tiene un piso de 1 habitación). Le deseo buena suerte y acabamos por separarnos. Yo me quedo un rato en la cocina y él se va al lavabo.     

Acabo la visita y veo como el tipo desaparece por la puerta del portal. Dejo que transcurra un tiempo antes de salir porque no quiero volver a coincidir con él. Por un instante visualizo al protagonista de "Un día de furia" y me pregunto si nuestro tipo de chaquetón largo sería capaz de emprenderla con una pobre madre immigrante y su inocente bebé. Casi se me escapa una risa. Pasado ese tiempo de prudencia salgo por el portal y le digo a Jone: "¿Tú crees que podríamos vivir aquí?" Creo que siempre le digo lo mismo.

sábado, 14 de abril de 2012

El cuento del señor Cebollón.

"Había una vez, hace no mucho tiempo y en un reino no muy lejano, un señor Cebollón que disfrutaba acumulando y contando su fortuna. Tenía en su poder, el señor Cebollón, muchas casas y casitas y en una de éstas, a cambio de unas monedas, vivía una joven Cebollina. La joven Cebollina abandonó la casita después de un tiempo y la retornó al señor Cebollón tan impecable y reluciente que bien podría haber vivido allí el mismo Rey del reino si es que éste no se hubiera tenido que operar la cadera de urgencia por ir a matar leones y elefantes, el muy malvado. Nuestra joven Cebollina había cuidado muy bien la casita pero tuvo la mala fortuna de romper una pieza de la ducha. La joven Cebollina, tan cuidadosa y atenta, lamentó mucho el accidente y confesó al señor Cebollón lo sucedido. "¡Oh, vaya, qué percance tan inoportuno! dijo el señor Cebollino al saberlo. Cebollina se disculpó nuevamente hasta que el señor Cebollón dijo: "Verás Cebollina, has sido una inquilina impecable y me da mucha pena que te vayas. ¡Hay gentes tan miserables por el reino! Gentes que no pagan, que ensucian mis casitas y que no tienen sueldos del reino como el tuyo. Cómo lamento que te vayas...Mira Cebollina, solucionaremos ésto. Me quedaré con tus 1000 monedas de oro hasta que arregle la pieza de la ducha y te devolveré el resto. ¿Te parece bien?" preguntó finalmente Cebollón. "Sí, señor Cebollón. Me parece bien y justo." Quedaron en paces Cebollón y Cebollina y ésta marchó a su nueva casita, en un lugar lejano, lejano. El tiempo pasó y Cebollina seguía sin saber nada de la ducha rota ni de sus monedas de oro. Un día, después de un tiempo mediolargo, descubrió Cebollina una factura de la luz de las nuevas gentes que ocupaban la casita que ella abandonó. "¡Ah, malditos! exclamó Cebollina. Contactó entonces Cebollina con el señor Cebollón para arreglar el entuerto y, de paso, interesarse por la avería de la ducha. El señor Cebollón explicó a Cebollina que la ducha ya estaba arreglada pero que aún no tenía la factura. Cebollina se quedó exrañada. El señor Cebollón confesó que no tenía factura porque su lampista era de confianza. Tanta confianza, que no tenía factura (ni falta que hacía) un mes después de que arreglase el grifo. Cebollón se creció en su tono y con tono amenazante dijo: "Cebollinaaaaa...He tenido que cambiar toda la duchaaaaa. Te va a costar 500 monedas de orooooo. Y parece ser que la lavadora no funciona muy bieeeeeen. He mandado al técnico para ver qué sucedeeee." La joven Cebollina, viendo que el señor Cebollón quería engañarla vilmente, inició entonces una odisea de llamadas y correos informáticos. Contactó nuevamente con la señora Puerro, quien la conectó con la casita y el señor Cebollón en aquel tiempo. La señora Puerro se indignó tanto que decidió ayudar a Cebollina frente al malvado Cebollón. Cebollina exigió entonces ver la factura y recibir sus monedas de oro. Cebollina, inocente sólo en apariencia, tenía un plan para derrocar al malvado Cebollón. Ella sabía desde el primer momento que la pieza rota valía sólo 20 piezas de oro. Con gran elegancia respondió Cebollina a Cebollón que jamás de los jamases pagaría esas piezas de oro. Le enseñó el valor de la pieza de la discordia y en tono amenazante replicó a Cebollón: "Jamás de los jamases pagaré esa suma de monedas por esa ducha. Tengo las pruebas, el dinero y el tiempo para demostrarlo ante el juez del reino si es que es preciso" Cebollón, ante las evidencias y el escarnio público, decidió rebajar el tono y el color rojo chorizo de su cara. Rectificó en una mezcla de cobardía y rabia aceptando sólo el valor de la mano de obra y la pieza maldita. Cebollina, en un último alarde de honestidad, accedió de buen grado no sin antes regocijarse en su alegría. El maldito señor Cebollón no podría salirse con la suya esta vez. Sólo lamentaba, la joven Cebollina, que tantas otras gentes indefensas se encuentren en situaciones parecidas y sin nadie que pueda ayudarles."

El caso de la pequeña cebolleta mutante subcutánea.


Días después que Jone cumpliera nueves meses, descubrí un pequeño bulto enrojecido en uno de sus pezones. ¡Toma cebolleta! La llevé a nuestra pediatra y nos dijo que parecía una pequeña infección. Nos recetó antibióticos y nos mandó para casa con la consigna de ir al hospital si empeoraba. Al día siguiente, la cosa empeoró y fuimos al hospital de urgencia. Allí nos tuvieron unas buenas horas para confirmar el mismo diagnóstico. De nuevo nos mandaron para casa con la consigna de volver cagando leches al hospital en caso de empeoramiento o fiebre. Algo así como que te digan: "Tranquilos, no es nada...¡¡pero si crece un poquito, se torna rojo, o feo y tu hija tiene fiebre, corre porque puede ser que la infección se torne interna y peligrosa!!" Todo, como veis, muy tranquilizador...
Nosotros, la verdad, hemos estado muy tranquilos porque Jone nunca ha tenido fiebre y siempre ha estado alegre. Como si nada sucediera. Lo peor de esa primera semana fue tener que darle los antibióticos. Dar antibióticos a un bebé es un verdadero coñazo. Parece que lo estés torturando...
Días después empezamos a untar el bulto con una crema a modo de cataplasma para ayudar a expulsarlo. Pero la cebolleta de los demonios no quería abandonar a Jone. Antibióticos, cataplasma, antibióticos, cataplasma...La cebolleta bajo su piel fue mutando hasta que hace un par de días algo nuevo pasó. La piel de Jone se abrió. Por un lado todo parecía muy feo pero por otro parecía que la cebolleta (de los cojo...) había encontrado la puerta de salida. Fui al médico anteayer pensando que me diría que el problema ya se había acabado cuando, al ver el bulto (ya no-bulto) me pone una de esas caras de médico indefinibles. Llama a un colega cirujano y los dos (junticos) me dicen que el bulto, la cebolleta mutante, sigue ahí agazapada. Se ha quedado convertida en minicebolleta aletargada seguramente cubierta de tejido protector y ahí seguirá, seguramente, por un tiempo indefinido. El cirujano me dijo que mejor algo así que tener que urgar con un bisturí en una mama tan pequeña. Totalmente de acuerdo, le dije.
La semana que viene vuelvo al pediatra para ver qué tal sigue la cebolleta irreductible. Ya no seguimos el tratamiento de antibióticos y cataplasma así que estamos muy contentos. El pezón de Jone tiene mejor aspecto aunque si lo palpas puedes notar una pequeña dureza bajo la piel. La maldita cebolleta en su lecho de muerte ahí sigue. Esperemos que acabe sus días fagocitada por Jone. ¡Y a nuestra salud!

De ajos y cebollas.

"Quan no és un all, és una ceba..."

Frase popular catalana que se emplea para decir, simple y llanamente, que cuando no pasa una cosa, pasa otra. En castellano: "Cuando no es un ajo, es una cebolla..."

Siguiendo la retórica popular, bien podría describir el paso de estas últimas tres semanas como un paseo entre campos de cebollas y ajos en todas sus variantes. Que si cebollas a un lado del camino. Que si un pequeño parterre de ajetes al otro. Que si unas macetas de cebollones antes del cruce. Que si unas ristras de ajos al final del mismo. Que si unas cebollitas en vinagre por aquí. Que si unos ajitos fritos por allá. Que si unos están crudos. Que si otros se han quemado...


¡Empieza el recetario!